lunes, 30 de marzo de 2009

Una historia de amor más (Parte XI)



Álvaro fue el primero en hablar cuando se separaron:
-Bueno, creo que justamente te he pillado en el momento en el que te ibas.
-Si bueno, pero… –Laura se sonrojó.
-Supongo que tienes muchas cosas que contarme, como ese anillo de casada –dijo Álvaro mientras cogía su mano y observaba el anillo.
-Si.
-Pues… espero que nos veamos pronto. Yo ahora mismo estaba volviendo a mi antiguo piso. Quiero ver como esta tras estos diez años así que ya sabes, cuando quieras que nos veamos ya sabes donde vivo.
-Claro –dijo Laura mientras sonreía y asentía.
Se despidieron con un último abrazo y cada uno siguió su camino pensando cómo sería su próximo encuentro.
Cuando por fin llegó el momento de marcharse estuvo un momento en duda, ¿Debía ir a su casa a terminar las cosas del trabajo que tenía pendiente o debía de ir a casa de Álvaro? Finalmente se fue a su casa, ya habría tiempo para estar con Álvaro, después de todo, había vuelto.
Cuando llegó a su casa soltó sus cosas sobre el escritorio y suspiró. Dirigió la mirada por todos los cuadros de la pared y que había pintado ella, todos y cada uno de ellos le traía intensos recuerdos del pasado, en ellos había dejado parte de si misma.
Aquella noche sintió a Darío más lejano que ninguna otra noche ya que en la última persona en la que estaba pensando era en él.
Al día siguiente tras el trabajo si decidió ir a casa de Álvaro. Cuando tocó la puerta se sintió como el primer día en que lo hizo, el primer día en que le vio, el primer día en que perdió una parte de si misma para entregársela a él.
La puerta se abrió y Álvaro apareció.
-Vaya, pensé que tardarías más en venir.
-¿Por qué?
-No lo sé. Lo supuse simplemente.
De nuevo aquella cálida sonrisa. Para Laura en aquel momento ya no existían las preocupaciones, solo existían ellos dos, nadie más.
-Puedes pasar –dijo Álvaro apartándose a un lado y dejándole paso.
Ella entró y observó que la casa estaba exactamente igual, cada centímetro. Álvaro la condujo, como el primer día, al salón, donde ambos se sentaron y hablaron para ponerse al día.
-Bueno, cuéntame que ha sido de ti en estos diez años –dijo Álvaro.
-Bueno pues… -Laura le contó todo lo sucedido, su matrimonio, su intento fallido de tener un hijo, su trabajo…, aunque omitió una parte muy importante, lo mucho que le había echado de menos a pesar de estar casada. – ¿y tú qué?, Cuéntame que ha sido de tu vida en todo este tiempo y… el motivo de que te marcharas ya que nunca me lo dijiste realmente.
-El motivo… -Álvaro se levantó y comenzó a andar por el salón. Esto preocupó a Laura ya que generalmente Álvaro nunca se había mostrado inquieto con ella –es que tuve que ir a un hospital de allí.
-¿Por qué? –la preocupación se mostró en el rostro de Laura.
-Tenía un tumor en el pulmón. Me lo detectaron poco antes de conocerte. Aquí en España no sabían como tratarlo así que tuve que buscar en el extranjero, y finalmente encontré la solución en Estados Unidos.
Laura no podía hablar, se había quedado atónita.
-En cuanto a lo que he estado haciendo durante todo este tiempo… tras operarme estuve bastante tiempo postrado en aquella cama. Cuando por fin me recuperé, realmente no quise volver a España, el único recuerdo bueno que tenía de aquí era que había podido conocerte y el mero hecho de pensar que ya estuvieras con otro me destrozaba por dentro y me mataba así que preferí quedarme allí. Encontré trabajo en un periódico de allí y pude ir subsistiendo. Conocí a una chica con la que mantuve una relación de unos… dos años pero finalmente vimos que lo nuestro no funcionaba y lo dejamos. Desde entonces he sido un alma que vagaba por las calles de la ciudad esperando a que su cuerpo le ordenase volver aquí, a España, contigo –Álvaro le cogió la mano.
Laura notó como se sonrojaba de nuevo e intento separar su mano de la de Álvaro pero algo se lo impedía. Ambos se miraron fijamente. La antigua llama del amor que había surgido entre ambos nunca se había apagado, simplemente se había limitado a ir apagándose hasta quedar en brasas, unas brasas que esperaban de nuevo crear una llama de amor tan fuerte que hicieran palidecer a Romeo y Julieta, que hiciera que Dafne y Cloe les envidiaran. El silencio se hizo por completo en la casa. Se escuchaba el suave aletear de los pájaros pasando junto al balcón que daba a la calle. Álvaro acercó un poco más su cara a la de Laura mientras ella se olvidaba de su matrimonio, de un engaño para si misma, de sus votos sagrados, mentiras dichas para consolarse a si misma. Finalmente Álvaro la besó. La besó como la primera vez. Sus labios ardían y pedían más besos de ella. Laura acarició el cuello de Álvaro con sus manos mientras cerraba los ojos y unas lágrimas de alegría recorrían sus mejillas.
Ambos se desvistieron e hicieron el amor sobre aquel sofá que guardaba tantos recuerdos de ambos.
Iluminada únicamente por la luz de la luna y las estrellas que entraba por la ventana Laura dibujó a la persona que se encontraba junto a ella durmiendo. Álvaro dormía profundamente entre aquellas suaves sábanas ajeno a que era modelo en aquellos momentos.
La luz de la luna hacia que los ojos de Laura brillaran levemente, la luz acentuaba aún más la piel blanquecina de Eva.
Antes de que se marchara a Estados Unidos, cada noche le gustaba sentarse junto a Álvaro cuando dormía profundamente y dibujarle en la posición en que se encontrara aquella noche. El mundo del arte la atraía enormemente desde que fuera una niña, ya fuera literatura, arte dramático o dibujo artístico. Aunque lo que más le gustara fuera la literatura, que por algo trabajaba en periódico, el dibujo artístico había sido la otra rama del arte que la había cautivado desde que tuviera memoria.
Esta situación continuó durante meses. Laura no se sintió nunca culpable porque su marido también le era infiel, al igual que todos los hombres con los que ella había estado. Ya ni se molestaba en tomarse en serio eso que llaman matrimonio.
Una tarde de Febrero Laura quedó con Álvaro en una cafetería. Álvaro estuvo esperando un cuarto de hora a que llegase Laura y cuando por fin lo hizo no le dejó recriminarle su tardanza.
-¡Mira! –dijo Laura mientras sacaba de su bolso un libro titulado Como una historia de amor más. En la portada se observaban un hombre y una mujer abrazados y una rosa enroscada en ellos que abría sus pétalos sobre sus cabezas.
-¿Ves? Al final he abierto mis pétalos… -dijo Laura mientras se sonrojaba.
-Vaya… no sabía que tuvieras un libro publicado.
El asombro de Álvaro quedaba patente en el énfasis que ponía en cada una de las palabras.
-Aún no está publicado. Pedí que me lo encuadernaran para que lo vieras.
-¿Y sobre qué hablas?
Ella se acercó a él y le abrazó.
-Sobre nosotros. Aquí se cuenta nuestra historia a la vez que cuento otras más que surgen a partir de la nuestra.
-Vaya….
Álvaro dijo eso por decir algo ya que realmente no sabía que decir


Aquella mañana el cielo se encontraba salpicado de nubes que hacían que los rayos de sol se colaran entre ellas provocando un bello efecto. Hacía frío y el olor a tierra mojada se encontraba en el ambiente.
Laura había dejado crecer sus pelos en todos aquellos meses en los que había estado con Álvaro. Cuando su marido le preguntaba el porqué de que hubiera decidido dejarse los pelos largos ella contestaba simplemente que se sentía de nuevo más joven.
Estaba esperándole desde hacía una media hora y no llegaba. Laura comenzó a preocuparse pero ese sentimiento desapareció cuando vio a Álvaro corriendo desde la otra acera hacía ella.
-Podías haber tardado más….
-Vamos, vamos, no te enfades. He tardado un poco más por esto –y sacó del bolsillo de su chaqueta un par de billetes.
-¿Qué es eso?
-¿No lo ves?, Billetes. Para ti y para mí.
Laura aún no podía llegar a creérselo.
-Pero no podemos irnos –dijo ella.
-¿Por qué?
-Porque… yo estoy casado y tú… -verdaderamente no se le ocurría ningún motivo verdadero para ofrecer una excusa.
-¿Y qué pasa si estás casada?, tú ya no quieres a ese hombre y él te engaña con otra. Dime, ¿Qué es lo que te ata a quedarte aquí?
Nada, esa era la respuesta, absolutamente nada. Durante toda su vida había estado esperando a que alguien le llegase a hacer una proposición de ese calibre y por fin había llegado el momento.
Ella sonrió con tal pureza que parecía que era la primera vez que lo hizo.
-Esta bien –se acercó a él y le abrazó, -¿Para dónde son?
-Para Escocia. Una vez me dijiste que ese sería tu segundo hogar si tuvieras la oportunidad de que lo fuera. Pues bien, aquí esta esa oportunidad –dijo mientras agitaba los billetes-
-¿Cuándo nos iremos?
-Mañana.
-¿Mañana?
-Si, ¿Para qué esperar mas?, Ahora ha llegado nuestro momento de ser felices, no debemos desaprovecharlo.
-Pero ¿y mi divorcio?
-Estoy seguro de que podrás hacerlo desde allí y también lo estoy de que tú marido no se molestará.
-¿Dónde y a qué hora?
-Mañana, a las cinco y media, aquí mismo.
Laura le besó y se marchó sintiendo que había tocado la cima del mundo. Nadie podía eclipsar la felicidad que sentía en aquel momento.
Cuando llegó a su casa comprobó que Darío no hubiera llegado aún. Miró el reloj, eran las tres y media, Darío no volvería hasta pasadas las nueve de la noche, tiempo de sobra para poder preparar su maleta. Subió las escaleras y sacó su maleta. Se probó todos sus vestidos uno a uno para ver cuales eran los que le sentaban mejor y cuales elegiría para cada día. Cuando tuvo su maleta hecha fantaseó sobre cómo sería su vida allí, junto a su amado. Cuando vio que ya se acercaba la hora en que Darío regresaría escondió la maleta bajo la cama.
Aquella noche durmió como una reina y a la mañana siguiente se dio un baño con sales de flor de loto, aquel día ella sería la reina.
Cuando Darío se marchó ella le despidió con un beso cálido, lo cual le extrañó ya que generalmente ella no solía ser tan cariñosa con él, pero ella sentía que se lo debía. Aquella tarde se iría y él ni siquiera lo sospechaba. Una vez se fue le escribió una carta de despedida:

Darío, ha llegado el momento en el que debo decirte adiós. Sé que no lo lamentarás mucho ya que sé que tienes a otras para ocupar mi lugar. Esto no es una recriminación sino simplemente la enunciación de una verdad. Me marchó a Escocia con el hombre que más amo y he amado en este mundo. Recibirás los papeles del divorcio pronto, no debes preocuparte por eso, yo me encargaré de organizarlo todo.
Adiós Darío,
Laura

Una vez terminada la carta Laura cogió su maleta, cerró la puerta de su casa y suspiró fuertemente para liberarse del sentimiento de dolor que le producía dejar aquella casa, en cuyas paredes ya nunca más dormiría. Tras esto se puso en marcha hacía el lugar donde había quedado con Álvaro.
Laura sonreía, era tan feliz…. Ni siquiera se dio cuenta de lo que ocurrió cuando aquel coche la atropelló y cayó inerte al suelo. En su mano, aún caliente, sostenía aquella amapola, aquella hermosa amapola que ahora perdía sus flores poco a poco. Ya no se reuniría con él de nuevo, ya no habría más futuro para ellos pero eso para ella ya no importaba porque había sido la persona más feliz del mundo durante unos breves instantes. Ella ya no vería las lágrimas que se verterían, no vería romperse el corazón de Álvaro por última vez.
Fue enterrada un dieciséis de Diciembre, mientras los copos de nieve se posaban lentamente sobre la hierba y los árboles. A su entierro acudirían sus amigos, familiares y Álvaro. Cuando todo terminó Álvaro se quedó allí, al pie de su tumba, recordándola y hablando al vacío durante toda la noche.
Cuando por fin llegó el amanecer Álvaro supo que ya era hora de marcharse. Los suaves rayos de sol, fueron dando su abrigo a aquella fría losa de mármol que sería el recuerdo de Laura. Álvaro notó como aquella luz le calentaba su espalda al marcharse, dejando una gran parte de si mismo en aquel lugar e imaginando que habría sido de ellos si el destino no hubiera querido separarlos.
En los meses siguientes se dedicó a hacer que la obra de Laura llegara a varias editoriales, las cuales lo publicaron poco más tarde.
Álvaro hizo una breve dedicatoria al comienzo del libro:

Dedicado a toda persona que busque en su interior un rayo de luz que le lleve al momento más dulce de su vida, el momento en el que mire a los ojos a la persona que ama y pueda decirle que la ama y que desea pasar el resto de su vida con esa persona.

Además también escribió un breve soneto a manera de dedicatoria para ella:

Tejiendo astros en el anochecer,
Pensando en incertidumbre y dolor,
En decepción y en amado calor,
Calor llegado en el amanecer.

Algo que te contraria aparecer,
La tormenta del dolor sin clamor,
Singular fantasma falto de amor,
Falso, frío e inerte amanecer.

Estoico corazón al fin vencido,
Herido, desgarrado y tan cansado,
Opaco corazón malavenido.

Llegada la adorada curación,
Corazón querido por el amado,
Amanecer de la resurrección.


Tras cumplir la que habría sido última voluntad de Laura, Álvaro se sintió en paz consigo mismo pero a la vez completamente desolado en su interior. Había realizado la última voluntad de su amada, a la cual dedicó intensos poemas de amor en lo que le restó de vida, pero ella ya no estaba junto a él. ¿Qué tenía que hacer ya?, esperar la hora en que la muerte le llevase con ella, junto a su amada.
Álvaro murió tres años después por la reaparición del tumor en el pulmón, el cual fue para él una bendición. Cuando murió, lo hizo con una sonrisa en sus labios, por fin había acabado el sufrimiento, ahora llegaba el momento en el que realmente él tocaría la cima del mundo.

sábado, 21 de marzo de 2009

Una historia de amor más (Parte X)



Espero el momento,
El momento en que hablaré.
Hablaré y no callaré,
Lloraré y no pararé,
No pararé hasta que me envuelvas,
Con tu cuerpo y tu olor,
Con el sentimiento del amor.

Esperar a que llegues a tu destino,
A que me digas que soy, que significo,
Si pertenecemos al mismo lugar
Y si vamos al mismo destino,
Si nos encontraremos,
Si nos abrazaremos,
Si nos besaremos,
Si nos querremos.
Si me abrazaras y me lo dirás,
Me dirás te quiero.

Justo cuando terminó de leer aquello Laura entró en la habitación.
-Ese poema fue el último que escribí. Lo hice hace tres meses. Sé que no es bueno ni mucho menos pero es una de mis mejores composiciones.
-Siendo sincero te diré que no es ninguna maravilla pero que no esta mal. ¿Para quién lo escribiste?
-Para mi último novio, aunque lo dejamos hace ya algunos meses más.
-¿Por qué lo dejasteis?
-Adivina. Me fue infiel. Es la historia de mis relaciones. Todos acaban engañándome con otra –Laura sonrió amargamente. –Aunque ahora eso ya no importa. Ahora nada más debe importamos como pasemos el tiempo nosotros porque dentro de poco te irás y me arrepentiría mucho si no aprovechásemos el tiempo que nos queda.
-¿Qué te parecería una cena romántica a la luz de la velas?
-Pero esta vez sin historias traumáticas por favor.
Ambos rieron.
-Te lo prometo –dijo Álvaro sonriendo.
Aquella noche parecía que todos los astros se habían puesto de acuerdo para facilitarles aquella noche.
La luna brillaba imponente en el cielo acompañada de un manto estrellado que le ayudaba a iluminar la tierra bajo su manto.
Esta vez habían decidido ir a un restaurante a las afueras de la ciudad, muy a las afueras. Encima de una colina desde la que se divisaba un valle que era quebrado por un río que serpenteaba formando un hijo de plata.
Ambos comieron lentamente, degustando la comida, y sin decir nada, disfrutando de la mera compañía del otro. Ya no había nada que decir, todo había quedado dicho.
-Mira –dijo Álvaro señalando el cielo.
Laura miró al manto nocturno y observó que aquella noche el cosmos había decidido obsequiarles con una hermosa lluvia de estrellas fugaces.
Álvaro miró a los ojos de Laura y observo en ellos el reflejo de aquellas estrellas fugaces mientras ella sonreía. Aquellos bucles rojizos caían a lo largo de su cuello, haciéndola aún más hermosa.
Cuando terminaron de cenar se dirigieron a un pueblo cercano.
-¿Qué es lo que quieres hacer allí? -Le preguntó Laura.
-Simplemente enseñarte una cosa.
Cuando llegaron serían cerca de las dos de la madrugada. Se bajaron del coche y Laura fue conducida por Álvaro a través de aquellas calles desérticas.
-¿Dónde…?
-Shh, espera y verás.
Por fin se detuvieron a la entrada de una angosta calle.
-¿Qué hay aquí?
-Shh, espera.
Álvaro cogió una cinta que tenía guardada en uno de sus bolsillos y la colocó sobre los ojos de Laura.
Álvaro cogió su mano y la condujo lentamente a través de aquél callejón.
-Ya llegamos.
Y dicho eso le quitó lentamente la cinta. Los ojos de ella se iluminaron. Nunca había visto una cosa tan simple pero a la vez tan hermosa.
Se encontraba en una plaza en cuyo centro había una fuente de tres plantas en la que el agua salía de la parte más alta e iba descendiendo progresivamente a través de tres conchas hermosamente talladas. Junto a esta fuente se encontraba una higuera que daría sombra a aquella fuente en las tardes de verano.
Las luces de la plaza estaban apagadas y la única luz existente era la que proporcionaba aquella fuente.
-Este lugar era al que acudía cuando necesitaba inspirarme para escribir. –Se acercó al tronco de la higuera y lo acarició –Me he criado junto con este árbol. Poco a poco ambos fuimos madurando. Me sentaba bajo sus ramas y dejaba que su sombra penetrase en mí ya que, no sé realmente por qué, hacía que las musas acudieran a mí y me hacía pasarme toda la tarde y parte de la noche escribiendo sin parar interminables historias de todo tipo, aunque –miró a Laura –mis preferidas siempre han sido las de amor.
Ella simplemente sonrió. Se acercó a él y le besó suavemente, disfrutando de cada momento, de cada instante que pudiera disfrutar de aquella lengua introduciéndose en su boca deteniendo el tiempo para que no pudiera llevarse ese momento.
Los días pasaron rápidamente hasta que por fin llegó el día en Álvaro tendría que irse. Cuando él se encontraba ya ante la puerta de embarque ella le cogió de la mano.
-Por favor, no te vayas, quédate un poco más.
Él sonrió de nuevo con aquella cálida sonrisa que la hacía sentirse como una colegiala enamorada por primera vez.
-Tengo que irme Laura pero tranquila, si nuestro destino es volver a vernos y estar juntos así será.
-Pero…
-¿Recuerdas cuando te dije que eras como una flor?
Ella asintió lentamente.
-Pues ahora es cuando comienzas a expandir tus pétalos y, creo que no sería justo que me llevara una parte de ti conmigo ya que eso te iría matando poco a poco al dejarte ver que quizá haya esperanza para algo que realmente no lo tiene. Sé feliz Laura y recuerda, si nuestro destino es volver a vernos así será.
Acarició su mejilla y la besó. A continuación dio media vuelta y se marchó por la puerta de embarque echando un último vistazo a Laura, viendo como su interior se resquebrajaba lentamente.
Laura vio partir el avión desde el aparcamiento. Aunque Álvaro no lo quisiera, o aparentara no quererlo, se había llevado una pequeña parte de Laura con él.
En el camino de vuelta a casa comenzó a llover. De nuevo llovía. El agua había encharcado las calles y la gente se había refugiado en portales, bares y en sus casas.
Bajo aquella lluvia caminaba Laura. Su ropa estaba tan mojada que se le había pegado al cuerpo pero eso ya no importaba. Se había ido. Daba igual lo mucho que hubiera aprendido ya que a la hora de la verdad se había venido de nuevo abajo.
Mientras caminaba el único sonido que se escuchaba a parte del producido por la lluvia era el que hacían sus zapatos. Durante un momento se detuvo y se quedo mirando fijamente la calle. Estaba vacía. ¿Acaso ahora lo que le esperaba era eso?, ¿Una soledad silenciosa y dañina que la acompañaría durante largo tiempo de nuevo?
Una persona salió de una de las calles laterales y esos pensamientos pesimistas cesaron. Ahora ya no estaba sola. Laura sonrió, ¿Por qué estaba pensando todo aquello?, ¿Acaso no había aprendido nada?
Nunca se esta completamente solo ya que siempre alguien estará a tu lado ya sea de una manera o de otra.
De repente Laura comenzó a reír ante esta revelación. No estaba sola.
Los primeros meses pasaron tan lentamente como el caramelo líquido se expande por un plato sin embargo a medida que transcurría el tiempo este transcurría cada vez más rápido.
Conoció a Darío, hijo del director de un importante periódico en el cual él trabajaba como redactor jefe, con el cual se casó dos años más tarde de conocerlo. A la boda acudieron una gran cantidad de personas, más de lo normal. Se fueron de luna de miel a Italia, donde estuvieron en Venecia, Florencia y Roma.
Hicieron el amor escuchando los cantares de los gondoleros, observaron la maestría con que fue hecho el David de Miguel Ángel y vieron una de las ciudades más impresionantes del planeta, Roma. Con sus monumentales Arcos del Triunfo, su Coliseo, su columna Trajana….
Cuando volvieron de su viaje intentaron multitud de veces tener un hijo pero no pudieron. Finalmente tuvieron que recurrir a la medicina para saber que era lo que ocurría. La respuesta: Darío era estéril.
Tras eso su matrimonio se debilitó. En este momento es en el que nos situamos para contar que es lo que pasó.
Laura estaba entrando en el la redacción del periódico cuando se acordó de que se había olvidado varios artículos en su coche. Cuando volvió al coche y los cogió alguien le tocó el hombro.
Al volverse y ver quien era, todos su papeles se cayeron al suelo y se quedó muda.
-No esperaba que nuestro reencuentro fuera así.
Álvaro sonrió y la abrazó fuertemente. Laura aún estaba muda de la impresión. Habían pasado ya diez años desde la última vez que se vieron y el tiempo parecía que no había pasado para él. La únicas diferencias que había en él es que se había dejado el pelo un poco más largo y que su barba había aumentado también un poco. Ella en cambio había cambiado bastante. Su pelo ahora era corto, en su piel se denotaban las arrugas del matrimonio en crisis en el que se encontraba y había engordado un poco.
Por fin Laura reaccionó y le abrazó también. Ambos se quedaron así durante unos segundos. Agarrados, sin nada que decir ya que realmente ninguno de los dos quería hablar.

martes, 17 de marzo de 2009

Una historia de amor más (Parte IX)



***
Se acercaba la navidad, el momento más feliz del año para algunos, pero para mí esas navidades fueron una de las peores de mi vida la verdad ya que todos los problemas comenzaron en ese preciso instante.
Dejamos de vernos repentinamente y sentí una gran tristeza. No sabía que pensar. No contestaba a mis llamadas ni a mis mensajes, cuando podía hablar con él y le decía que quedásemos para vernos él siempre tenía algo que hacer o algún plan para ese día.
Aunque muchas veces pienso que sería mejor no haberle conocido me miento a mi mismo, ya que creo que si le he conocido ha sido por algo, las cosas tienen una razón por la que suceden, un por qué, algo que mostrarnos.
La enseñanza de aquella experiencia sería:
“Nunca pienses que alguien es perfecto porque las personas más perfectas son aquellas que acentúan sus defectos. La persona perfecta no existe ya que en la perfección se encuentra la propia imperfección”.
Quizá sea una tontería lo que he dicho pero bueno, no me hagas mucho caso, a veces no pienso lo que digo.
Justamente en el momento en el que llegué a esa conclusión pensé que aquel sería un día perfecto para estar con él y disfrutar de su compañía. Simplemente de su compañía, sin palabras ni gestos, simplemente eso, acurrucarnos ambos y notar como nuestro calor se funde en uno, sólo mientras sonreímos para nosotros mismos dando gracias de haber encontrado el amor verdadero y a la persona que porta nuestro corazón.
Se me hacía muy duro pensar que aquellas navidades no las estaba disfrutando en su compañía. Hubiera cambiado todos los regalos que hubieran podido hacerme en esas navidades por poder verle ya que lo que podía ofrecerme: unos cálidos besos al suave resplandor de la luna y el primer sentimiento de amor puro correspondido, hacían que todo lo demás fueran nimiedades, simples objetos y sonrisas que se llevaría el tiempo, dejándonos con nada.
Como dije antes, una gran tristeza me embargaba. Mi cuerpo me impulsaba a llorar unas pocas de veces sin embargo yo no se lo permitía. No me gusta llorar, me hace sentirme mal, inferior a los demás.
Casi siempre que estoy mal ese sentimiento puedo hacer que pase desapercibido para los demás pero aquella vez incluso los demás podían verlo. Me sentía realmente estúpida. Yo, que siempre había defendido la dignidad y el no rebajarse nunca ante una persona, me estaba viendo sometida a la voluntad de él.
Conforme se acercaba la noche vieja yo me sentía cada vez peor. Faltaban dos días para el fin de año y aquella incluso algunas lágrimas acariciaron mis mejillas con desesperación y frustración. Ya estaba harta, cansada de ser siempre yo la que tiraba hacía delante en una carretera que parecía no tener fin. Él aún no me había demostrado ni por acierto su amor por mí: me había abandonado durante un mes, mes en el que especialmente le necesitaba, y ahora me trata peor que a un perro.
Por fin pudo hablar con él y aprovecha para decirle que me estaba tratando bastante mal aunque él no se diera cuenta, o no quisiera darse cuenta. Puede que se sintiera mal pero aquello había que aclararlo y si las cosas seguían como habían estado hasta ese momento no creía que se pudiera llegar a tener una relación, la verdad…
Pero por lo menos me prometió que a partir de ese momento se portaría mejor conmigo.
Aquellas habían sido una de las peores navidades que hubiera podido tener la verdad. Tal vez los mejores momentos fueran los familiares, porque conseguí olvidarme de muchas cosas aunque todavía no llego a entender el porque me encontraba así. Me encontraba algo… vacía. Un hueco en mi interior que no sabía como llenar….
Por fin pasó el fin de año, y la fecha clave era el día de Reyes. Que sorpresa tan grande me esperaba para aquél día.
Pasaron los días lentamente y el día anterior a reyes se confirmaron todas y cada una de mis sospechas. Él me había engañado. No solo me había engañado con otra chica sino que me había engañado en todo incluso en su nombre, me había mentido en absolutamente todo, todo, todo…. A decir verdad, en aquel momento, en el momento en el que me lo dijeron, sentí como un gran peso se me quitaba de encima. Por supuesto aquello me dolió horriblemente, me entraron ganas de llorar pero no pude, no me salieron las lágrimas. Tal vez porque ya me había dado cuenta de que él no las merecía.
Aquella noche cuando me acosté en mi cama di gracias de que al día siguiente fuera el día de Reyes ya que el materialismo siempre ayuda a superar esos malos tragos.
Tras todo eso lo único que podía pensar al recordarlo todo era: te lo advertí. Me lo advertí a mí misma, que no me emocionara que seguramente no sería más que algún juego para pasar el rato por parte de un chalado. Pero, a pesar de esto, fue para mí, creo. Noté que cambió mi forma de ser, mi forma de ver las cosas, mi forma de esperar a que lleguen las cosas.
Antes de aquello esperaba con anhelo a que llegara alguien que pudiera hacerme sentir que era algo más que un amigo, pero cuando llegó lo único que hizo fue ir matándome poco a poco. Después de todo lo ocurrido no esperaba que llegara nadie, simplemente esperaba que pudiera seguir igual de bien que como estaba.
Eso también era raro. Se suponía que tenía que sentirme mal, engañada ¿no? Pero lo cierto es que me sentía muy bien. No sabía el por qué pero suponía que sería porque ya había visto las cosas tal y como eran. Se me habían abierto los ojos y por una vez había visto las cosas tal y como eran.
Había descubierto que el ideal de amor no estaba unido al ideal de humanidad.
El amor de verdad no se puede relacionar con la mayoría de las personas porque de una u otra manera acaban echándolo a perder.
Me enamoré del fantasma de una persona que nunca existió.

***

-Y ese es el final de la historia.
-¿Ya esta?, ¿No hablaste con él?, ¿Cómo es que te fiaste de todo eso que te dijeron sobre él?
Laura rió.
-Bueno, si, ahí acabó todo. No, no hablé más con él. Me fié de lo que me dijeron los demás porque yo misma lo comprobé más tarde ya que por simple casualidad una amiga mía tenía otra amiga que le conocía y me confirmó todo aquello.
-Ya… ¿me puedes decir como se llama?
Laura se quedó durante un instante callada y pensativa. Finalmente contestó.
-Raúl. Se llama… Raúl.
Los ojos de Laura mostraron un brillo acuoso que dieron a entender a Álvaro que en aquél momento necesitaba algo de contacto humano. Se acercó a ella y la meció suavemente mientras poco a poco las barreras de ella se derrumbaban haciendo que las lágrimas brotaran de sus ojos incontroladamente.
-¿Por qué?, ¿Por qué me hizo eso?, ¿Por qué?, ¿Por qué?, ¿Por qué?
Ya no tenía fuerzas para hablar, las estaba gastando todas llorando mientras Álvaro acariciaba su cabeza aportándole algo de su paz interior.
–Tranquila… ahora me tienes a mí…
Sin embargo, a pesar de que intentaba consolarla no podía llegar a conseguirlo. La cogió en volandas y la llevó a la cama donde la tendió. El se puso a su lado y siguió susurrándole palabras dulces para tranquilizarla. Finalmente cuando Laura no pudo llorar más se durmió con la cabeza apoyada en el pecho de Álvaro, quien siguió acariciando su pelo dulcemente durante toda la noche hasta que finalmente él también se durmió.
A la mañana siguiente le dolían los ojos del llanto de la noche anterior. Por fin se sentía con un peso menos encima de sus hombros. Le despertó la fría brisa que entraba por la ventana entreabierta. Se levantó y la cerró provocando un leve chasquido que despertó a Álvaro.
-¿Ya te encuentras mejor?
Laura asintió. –Gracias por lo de ayer. Yo… verdaderamente necesitaba contárselo a alguien y no sabía a quien.
-Te encerraste en el materialismo de aquel día y creíste que lo habías superado pero simplemente sustituiste aquel sentimiento por cosas. Creíste que te habías librado de todo lo relacionado con él cuando sentiste un peso menos sobre tus hombros pero no fue más que un engaño.
Laura se acercó a él y le besó apasionadamente notando como poco a poco despertaba sus sentidos.
-Te quiero.
Y dicho esto se dirigió hacía la cocina. El haber perdido aquella gran carga había hecho que la devorara por dentro un hambre voraz.
Mientras desayunaba Álvaro aprovechó para ducharse. Cuando salió del baño se fijó en que, de una de los cajones de la mesita de noche sobresalía un papel. Sabía que estaba mal cotillear pero la curiosidad le pudo. Cogió el papel y lo leyó.

lunes, 9 de marzo de 2009

Una historia de amor más (Parte VIII)



-¿Qué... haces aquí? –preguntó tímidamente él.
Ella entró sin esperar ningún tipo de invitación y se dirigió directamente al despacho. –He venido para pagarte este mes ya que no voy a asistir al resto de clases.
Él la siguió. –No hace falta que me lo pagues.
-No me hace falta tu caridad, gracias.
-¿Por qué estás enfadada? –preguntó finalmente él.
-¿Aún me lo preguntas? –casi gritó ella.
-Nunca dejamos claro que esto fuera una relación duradera y estable.
Ella simplemente indignada y sintiéndose como una estúpida, ya que tenía razón en lo que decía, dio media vuelta para marcharse pero Álvaro le cortó el paso.
-Déjame pasar.
-Además te dije la verdad. ¿Acaso hubieras preferido que te hubiera mentido?-.
Ella no supo qué responder.
-Déjame pasar –dijo ella mientras intentaba franquearle.
Él la cogió de las manos y la miró fijamente a los ojos. –Dime, ¿Acaso hubieras preferido que te mintiese?
-¿Entonces a que viene tanto interés?, ¿Tanto interés por pasar simplemente una noche? Creo que con todas las cosas que has hecho y dicho me dejaste bien claro que era alguien especial.
-Y lo eres. Nunca pienses que no eres especial porque sí lo eres, independientemente de que otros lo sepan o se den cuenta.
-¿Pero entonces por qué te vas? –Dijo ella con una mirada suplicante, –Nadie me había hecho sentir como tú lo haces durante mucho tiempo.
-Porque es el momento de que me marche. Las cosas nunca se están quietas, evolucionan continuamente y cambian. Y con esto me refiero a las personas, a las relaciones que mantienen. Nunca se puede asegurar que una relación entre dos personas, ya sea amistosa o amorosa, pueda durar para siempre porque pueden suceder muchas cosas, cosas que hagan evolucionar a uno y dejar atrás al otro. En ese preciso instante llega la hora en que deben separarse. La gran mayoría nunca comprende esto y por eso siempre se encuentra pasándolo mal cuando llega el momento en que deben separarse. –soltó sus manos y dio media vuelta.
-¿Acaso es que no sientes absolutamente nada por mí?
-Laura no lo entiendes, es todo lo contrario. A mi me duele el tener que marcharme pero comprendo que debo marcharme. –Ahora se acercó a ella y acarició sus cabellos carmesí. –Tú, Laura, eres como una amapola. Hermosa y delicada flor entre el salvaje y duro paisaje. Aún no has florecido y esperas a que tus pétalos se abran por la fuerza del viento, no por ti misma. Comprende esto por ti misma Laura, y florecerás.
Acto seguido besó sus labios delicadamente dejando en ellos parte de su recuerdo.
Cuando Laura fue a salir de la habitación, aún sin saber si para marcharse o simplemente para recobrarse, Álvaro le dijo –Aún no me has dicho como se llamaba.
Esta vez Laura no sonrió.
Ella se volvió y se observaron mutuamente. Durante un instante el concepto de tiempo no existía y el suave susurro de la brisa entrando por la ventana sonaba como una tormenta.
-Ven mañana a mi casa. Quiero enseñarte una cosa.
Y dicho esto Laura se marchó sin decir una palabra más.
Dicho y hecho. A la mañana siguiente Álvaro se encontraba en su cocina tomando un café mientras Laura rebuscaba en su armario. Cuando volvió traía un papel en sus manos.
-Toma. Léelo.
Álvaro cogió el papel y lo leyó.

Oigo el mar que arrastra tu sentir,
que mece tus suspiros,
como una barca de ternura.
Oigo tu corazón,
que bombea sentimientos
y espera caricias en tu piel.
Oigo tu voz que me hace temblar,
oigo tu amor que me hace morir.

Cuando Álvaro la miró y fue a decir algo ella le interrumpió.
-¿Porqué te interesa tanto mi historia?
-Ya te lo dije.
Laura sonrió.
–Me refiero al verdadero motivo. No creo que sea simplemente por… conocer una historia sin más.
Álvaro se mantuvo callado unos instantes y luego respondió.
–Tienes razón. Está claro que nadie quiere conocer una historia sin más. Siempre se tiene algún motivo.
-¿Y cual es el tuyo?
-¿El mío? –levantó levemente la comisura de los labios. –Yo estuve hace bastante tiempo con una chica que me trató fatal y me engañó muchísimas veces. Cuando lo dejé con ella estuve un tiempo solo pero luego volví a tener novia. Quise contarle lo que me había ocurrido con mi ex novia pero simplemente me dijo que no quería escucharlo. Sé que es algo natural que no quieras escuchar los romances de tu novio con otras personas pero si tu novio necesita hablar de eso ¿Acaso debes hacer caso omiso y preferir no escucharle por sentirte bien? –De nuevo se calló un momento y luego prosiguió, –Después de eso no he estado con nadie hasta conocerte a ti. Cuando te conocí en seguida supe que tenías algo guardado ahí adentro que no querías sacar y que preferías no verlo y el hecho de no querer aceptar eso y superarlo acabará por ir carcomiéndote por dentro y creo que nadie se merece eso. Y menos aún tú.
-Vaya… si te digo la verdad, nunca pensé en una cosa así la verdad.
-Bueno, pues ahora ya conocer mis motivos. No quiero que una persona como tú, tan especial, pierda eso que la hace tan especial y única.
Álvaro dio un sorbo a su café y de nuevo volvieron al tema que les ocupaba desde un principio. Cogió el papel y lo leyó de nuevo.
Laura por fin se explicó.
-Esa fue la primera y única poesía que me han escrito. Como podrás ver no es que sea una gran maravilla pero bueno, siempre la quise guardar como el recuerdo de un amor que pudo haber sido y no fue.
-¿Puedo saber por qué no fue?
-Bueno, ya que te he contado toda la historia creo que es hora de que la termine ¿no?

miércoles, 4 de marzo de 2009

Una historia de amor más (Parte VII)





***

Él se iba a ir y aún no le había dicho lo que sentía. Sabía que si no se lo decía me arrepentiría durante muchísimo tiempo así que un día reuní el valor suficiente para decírselo.
Fue en la playa. El rumor del oleaje me obligaba a decírselo, me invitaba a hacerlo ya que creaba una atmósfera perfecta para ello. Las gaviotas cazaban a los incautos peces de la costa y el sol se escondía tras los edificios dejando un leve resplandor rosáceo y dando paso a la luna.
Cuando él llegó no pude reprimirme más y tuve que decírselo.

-Te quiero. A pesar de todos los malos momentos que me has hecho pasar te quiero, y mucho. Me hubiera gustado que las circunstancias no hubieran sido diferentes. En esos momentos en los que parecía que todo se había acabado sentía que me faltaba una parte de mí, y cuando pienso que vas a estar con otra se me acelera el pulso y parece que la sangre me vaya a salir por la piel. Todo esto te lo digo porque a pesar de eso, yo quiero que seas feliz, y por eso si puedes encontrar la felicidad con otra persona pues... yo lo aceptare. No diré que me gusta la idea pero lo aceptare porque es lo que quieres, te lo digo para que no pienses que me sentaría mal o algo así. Sé que suena un poco cabrón decirlo pero es que tenia que decirlo antes de que te marcharas.

En los momentos posteriores a esta declaración sentí como el corazón me bombeaba con violencia pero aún no sé si de alegría, de emoción, de nerviosismo o de qué.
El suave romper de las olas contra la playa era lo único que se escuchaba.
Por fin, tras unos instantes, me respondió.

-Yo siempre he sido enamoradizo, pero esto es diferente. Quiero decir que no es que me gustes, si no que yo también te quiero, tienes todo lo que me gusta de una chica. Y también me herviría la sangre pensar que estas con otro, pero sé que eso va a ser inevitable ya que yo me iré y es probable que conozcas a otros hombres y tal vez te enamores de alguno de ellos pero como te quiero tanto, por lo menos quiero ser tu amigo, aunque cueste porque sé que no es fácil. Pero es lo que hay, por ahora por lo menos, y si te gustara alguno o te enamoraras, no me importa que me lo cuentes, quiero que haya confianza entre nosotros, no la misma que hubiera querido si no me tuviera que ir y me pudiera quedar aquí, pero... algo es algo.
-¿Acaso no entiendes que a la única persona a la que quiero es a ti? Es verdad, conoceré a otros hombres pero nunca podrán sustituirte porque tú significas algo muy importante para mí.

Él me miró y sonrió. Elevó mi mentón y acercó su cara a la mía. Me observó durante unos instantes y luego presionó sus labios con los míos e instantáneamente mi lengua acarició la suya. Sus manos me acercaban más a él, haciéndome sentir como si estuviera prisionera, como si no pudiera escapar de sus labios, una sensación que me gustó, para que voy a mentir. Mientras sus manos me tocaban, las mías también lo hicieron. Acarició mi cuello haciéndome cosquillas y yo sonreí mientras le besaba. Cuantas veces había soñado con aquel momento. Aquel momento en el que yo estaría besando a alguien y ese alguien me acariciaría el cuello. Luego mis manos se encontraron con las suyas y se abrazaron lentamente.
Aquél fue mi primer beso, uno de los momentos más especiales de mi vida. Tanto que, como ves, lo recuerdo con toda nitidez.

***

Aquella mañana hicieron de nuevo el amor. Laura no podía evitar poder volver a ilusionarse y ella sabía que eso no era bueno.
-Dentro de dos semanas me iré a Estados Unidos –dijo él de repente.
Laura realmente no supo como reaccionar en aquel momento –¿Cómo?
-Me voy a Estados Unidos dentro de dos semanas. –repitió de nuevo él. –Estaré allí durante un año.
Laura se sintió de nuevo traicionada. -¿Tú también?, ¿Tú también eres igual?, Que estúpida fui al pensar que por una vez podría no equivocarme al elegir a un hombre pero ya veo que es mi sino. -Se sentía indignada y estúpida. ¿Por qué siempre tenía que sentirse como una estúpida? –Vete.
Él la miró sorprendido. -¿Por qué me echas?-.
-¿Encima lo preguntas?-. Entre empujones Laura echó a Álvaro de su casa y luego le echó su ropa al pasillo para que pudiera vestirse.
Cuando cerró la puerta se apoyó en ella y poco a poco fue dejándose caer hasta quedar sentada, hundida.
Llovió. Ya fuera por una broma cruel del destino llovió. Las nubes habían acudido a la tristeza de Laura.
Primero fue aquel chico, luego Julio y ahora Álvaro. ¿Acaso es que todos los hombres la tratarían igual? Sabía que existían hombres buenos ya que algunas de sus amigas tenían unos novios que demostraban ser unas grandes excepciones a la regla general del comportamiento masculino mientras que todo lo que ha ella había llegado habían sido tres hombres que habían llegado con muchas hermosas palabras pero que al fin y al cabo no eran más que eso, palabras.
Los días pasaron rápidamente bajo aquella tormenta que parecía no parar, que parecía acompañar al ánimo de Laura.
Cuando pasó una semana decidió que lo mejor sería pagar aquellas clases que había dado y olvidarse de Álvaro.
Cuando estuvo ante aquella puerta al principio se impuso en ella una gran fuerza que no retrocedería ante nada pero poco a poco y con cada golpe con el que llamaba a aquella puerta su valentía y fuerza se fue agrietando poco a poco. Cuando Álvaro abrió aquella puerta su valentía y fuerza desaparecieron en aquel mismo instante. ¿Cómo podía estar cometiendo los mimos errores que en el pasado?, ¿Acaso no había aprendido?, ¿Acaso no había tenido ya suficientes golpes para aprender a levantarse y continuar como si ya no pasara nada?
Álvaro la miró sin saber que decir, completamente serio. Laura a su vez tampoco sabía que decir pero, a diferencia de él, ella estaba indiferente. Sin saber el porqué recuperó la determinación y la voluntad con la que tocó en aquella puerta.

sábado, 28 de febrero de 2009

Una historia de amor más (Parte VI)



***

Tras todo aquello la navidad se acercaba a medida que los días de Diciembre se deslizaban lentamente.
Un día no pude aguantarlo más y decidí mandarle un mensaje. Aún puedo recordar las palabras exactas.
Hola.
Bueno verdaderamente no sé muy bien como empezar esto pero intentare ser lo más clara posible.
Pero lo que me ronda continuamente por la cabeza es la idea, el saber porque has decidido que ya no quieres nada más conmigo.
Lo que me ha molestado no es que hayas decidido pasar de mi si no que ni siquiera me hayas dado una buena razón.
Espero que todo esto no haya sido un juego con el que pasar el rato ya que hay muchas cosas que querría preguntarte pero al no querer hablar no me puedes dar una contestación.
Por lo menos espero que decidas responderme, o espero que podamos hablar y dejar las cartas sobre la mesa de una vez.

Esperando tu contestación
Pocos días después leí el correo de contestación pero no me lo envió a mí sino a una amiga mía, al persona que nos presentó. El por qué de que hiciera eso es aún un misterio para mí.
Hola
No se muy bien por donde empezar, tampoco se muy bien si debería mandar este correo....creo que no debo, pero me arriesgare a las consecuencias te lo mando a ti y no a Laura por que me parece más adecuado, si quieres no tienes por que contestarme, ni tienes que decirle que te he hablado. Haz lo que tú veas mas adecuado, seguro que lo harás.
No pude evitar el escribir este correo, después de haber leído el que me mando Laura. No sé si sabes de la existencia de ese correo, pero por si acaso te diré que en él, Laura decía que quería dejar las cosas claras, cosa que me parece muy normal. Supongo que no estará muy bien, no sé muy bien como seguir esto....porque no sé muy bien que decirte. No he hablado en este tiempo con ella porque creo que es mejor que Laura y yo dejemos de vernos antes de que vaya a más. El gran problema y la causa de todo esto es que me voy de la ciudad y no sé cuando podré volver aquí, quizás en verano, no lo sé, y así no se puede llevar una relación, todos me lo han dicho, y me han hecho pensar mucho, y sé que no se puede, la verdad es que me hubiera gustado mucho ser aunque sea amigo de Laura, pero no sé si hubiera podido, por lo menos por mi parte me hubiera encantado intentarlo, no sé lo que pensara ella supongo que diría que no. Estoy seguro de que ella algún día encontrará a un chico, que la quiera y la trate como se merece, porque se merece lo mejor, y yo no puedo dárselo yéndome. Si ves conveniente decirle esto que te estoy diciendo, de parte mía, hazlo. Una cosa más que quiero que sepas, aunque no sé lo digas a Laura, estos días han sido los mas largos de mi vida, y la quiero mucho, no te puedes imaginar cuanto. Creo que es mejor que no le digas eso. Quizás sea mejor que no lo sepa, quizás así se le haga mas fácil. Besos, y espero que te vaya muy bien y que también le vaya muy bien a ella.
Cuando mi amiga me contó eso creo que está claro que no me quedé quieta, en seguida le envié otro mensaje.
Hola.
Como era de esperar ella me contó lo del mensaje. ¿Por qué no me lo mandaste a mí?
Verdaderamente ya suponía que las cosas acabarían así pero ya te lo dije una vez, que si por cualquier cosa, que si porque tú no querías, porque yo no quisiera o lo que fuera yo hubiera aceptado que al final solo fuéramos amigos.
¿De verdad crees que es mejor dejarlo así? Aunque no lleguemos a nada serio por lo menos ser simplemente amigos.
En fin, si verdaderamente ves que no podemos ser amigos pues... nada que se le va a hacer pero ya sabes, por mi parte la puerta esta abierta a la amistad. Como tú veas, pero por favor, la próxima vez contéstame a mi, no a los demás.

Tras mandar este mensaje sentí algo más de calma pero seguía en tensión. Notando cada latido que daba mi corazón, cada vez que bombeaba la sangre por todo mi cuerpo.
Más o menos unos diez minutos más tarde recibí la respuesta a mi mensaje.

Supuse que ella te diría que le mande un correo. Me alegro que no estés tan enfadado conmigo como para no ser ni mí amigo...pero debes saber que no va a ser fácil, por lo menos por mi parte....puede que sin querer diga algo que no quiero...o bueno...quizás pueda aguantarme. Pero la verdad es que me gustaría intentarlo aunque sea ¿Que te parece?

De nuevo comenzamos a vernos y quedar simplemente como meros amigos. Sin embargo esta nueva… “amistad” comenzó mal por mi parte ya que nada más volver a verle me invadió la felicidad que solo él conseguía arrancarme volvió a aparecer.
Estuvimos hablando sobre los motivos por los cuales había decidido dejar de hablarme.
Antes de preguntarle el porqué de que hubiera desaparecido ya sabía la respuesta.
Pensaba que era lo mejor para los dos ya que lo nuestro era algo casi imposible ya que las posibilidades de que nos siguiéramos viendo tras su marcha eran muy remotas.
Tras solucionarlo todo me dijo algo que hasta ahora, recuerdo nítidamente.

Le dije –Lo que espero es que no vuelvas a huir.
A lo que él contestó –Yo también lo espero, pero si lo hago....no me dejes ¿vale? Porque después me arrepentiré y... quizás sea demasiado tarde.....

***

Laura sonrió. Finalmente todos aquellos recuerdos estaban despertando su nostalgia.
-Ahora es cuando llega el clímax de la historia. El momento que jamás, jamás en toda mi vida podré olvidar. La primera vez que me declaré.

viernes, 27 de febrero de 2009

Una historia de amor más (Parte V)





De repente unas pequeñas gotas que pasaron a ser una tromba de agua interrumpieron el relato de Laura. Ambos corrieron hacía el interior del restaurante y se quedaron allí unos instantes. Se miraron de arriba abajo y al observarse tan empapados de agua y con aquellas ropas tan elegantes pegadas a su cuerpo se rieron de lo ridículos que se sintieron.
-Creo que será mejor que paguemos la cuenta y nos vayamos ¿no? –dijo Álvaro cuando ya no pudieron reírse más.
-Esta bien… -se quedó callada durante unos instantes y tras estar segura de lo que iba a decir, continuó –si quieres puedes venir a mi casa.
Cuando llegaron a su casa fueron directamente al dormitorio. La danza se inició una vez más…. Sus ropas aún estaban mojadas pero eso no dificultó el que sus cuerpos se sintieran cálidos y antojosos de caricias en aquel momento en el que el cielo se encontraba totalmente encapotado y lo único que les permitiera fuera explorar a ciegas el cuerpo del otro. Unos leves suspiros en el oído del otro fueron suficientes para incitarlo a que se desprendiera de aquellas prendas que en aquel momento le parecieron tan incómodas e innecesarias como lo habrían sido en un caluroso día de verano.
Se tumbaron sobre aquel mullido colchón y Laura sintió los robustos brazos de él recorriendo su cuerpo, aprendiendo cada centímetro de él. A su vez notaba como su corazón y el de él se compaginaban en el latir, haciéndolo como si fueran uno solo.
Laura por primera vez en mucho tiempo sintió la flecha de Cupido atravesándola lentamente hasta llegar a su corazón y sonreír y sonrojarse como si aquella fuera la primera vez.
A la mañana siguiente Laura se despertó al notar que alguien jugaba con su pelo. Álvaro lo acariciaba y enredaba sus dedos en él mientras observaba el amanecer. Aún se divisaban en el horizonte los últimos cúmulos de nubes, y tras ellas se veía el suave resplandor del sol saliendo entre las montañas.
-¿Cómo es posible que puedas despertarte tan temprano? –le preguntó Laura.
-Es una costumbre que siempre he tenido, despertarme temprano para poder ver el amanecer. Creo que ya lo he hecho tantas veces que ya es mi cuerpo el que me obliga a despertarme para verlo.
Cuando ya el sol comenzó a elevarse poco a poco y a perder la majestuosidad que había mostrado momentos antes, ambos se levantaron y se dirigieron a la cocina para desayunar.
Laura puso la cafetera mientras Álvaro se apoyaba en la encimera y la seguía con la mirada. Cuando ella se dio cuenta de esto le preguntó -¿Qué es lo que miras tanto?
A lo que él respondió –Estoy esperando a que me sigas contando tú historia.
Ella una vez sonrió irónicamente. -¿Por qué te interesa tanto saberlo? No entiendo como te puede interesar hablar sobre mis experiencias con otros hombres. ¿Acaso eso no te… molesta de alguna manera?
Él negó con la cabeza. –Ellos forman parte de tu pasado pero lo que cuenta es que ahora soy yo el que esta contigo, no ellos ¿no? Además ya te dije que tenía interés por saber porque te encontrabas así.

***

Finalmente un día me llamó para que quedásemos para hablarlo que lo sentía. En aquel momento todos mis males se disolvieron y fueron sustituidos por la ansiedad, la ansiedad de poder arreglarlo todo porque era algo que realmente me hacía falta a mí.
Finalmente todo se arregló pero, una vez más, los problemas nos siguieron el rastro y nos encontraron.
Ahora el problema era que nos veíamos muy poco. Con suerte tal vez una vez a la semana. Esto para mí era insuficiente y se lo dije, a lo que él me contestó que no sabía que a mí me gustara tanto hablar con él. Esta frase me dejó algo… fuera de combate porque fue una manera de decir que realmente no sabía lo fuerte que eran mis sentimientos hacía él.
Tras decirme esto le dije claramente que si él no sentía lo mismo que yo que me lo dijera, que no me enfadaría ni molestaría ni mucho menos.
Me respondió diciéndome que no debía sentirme mal por él, que no lo merecía y yo le contesté diciéndole claramente que si lo merecía ya que cuando una persona te hace sufrir es que realmente te importa y esta claro que después de los malos momentos que recientemente había vivido, él me importaba, y mucho.
Tras aquél día estuve dos semanas enteras sin verle, sin hablar con él. De nuevo lo pasé mal, como estarás viendo pasé muchísimos más malos momentos que buenos pero bueno ¿Acaso no es eso el amor?, yo la verdad es que no lo sé ya que solo he tenido unas pocas experiencias y bueno, todas acabaron de la misma manera, mal.
Por fin descubrí que era lo que pasaba, el porqué de todo aquel misterio. Mientras leía un libro que me acababa de comprar caí en la cuenta de algo. Algo que se me había pasado por la cabeza de manera fugaz, fugaz pero insistente.
A la protagonista del libro le pasaba algo parecido a lo que me pasaba a mí. Se consideraba inútil y cuando un chico muy guapo y… completamente perfecto se fijó en ella no terminó de creérselo, pensaba que era demasiado para ella. Hasta este punto lo consideré bastante parecido a lo que me ocurría a mí. Sin embargo por azares del destino finalmente el chico le dijo que no le convenía estar con él, y que él se iría y sería como si nunca hubiera existido en su vida. Cuando leí estas líneas algo hizo que me detuviera, que no siguiera leyendo, que me detuviera un momento a pensar esas palabras. Y caí en la cuenta. Siete segundos, siete segundos de profunda agonía en los que mi corazón paró de latir, precedidos de quince segundos en los lentamente fui dándome cuenta de la verdad.
¿Y si había decidido que lo mejor era que dejásemos de vernos? Que no nos conveníamos y que aquello tendría un desenlace no demasiado bueno.
A continuación de eso, seguí pasando las páginas del libro: Octubre, Noviembre, Diciembre y Enero. Al pasar estas páginas noté una vez más que era una especie de señal, lo que verdaderamente no sabía como interpretarla, o mejor dicho, no quise saber interpretarla.
En aquel momento la lección principal que saqué de aquello fue que cuando estés enamorado y veas a tu pareja tienes que comportarte con ella como si fuera la última vez que fueras a verla, cómo si todo fuera a acabar espontáneamente sin previo aviso.
Y también aprendí que a veces la verdadera felicidad radica en la completa ignorancia.

***

-¿Y ahí acabó todo? –preguntó él.
-No, todavía queda mucho que contar. –De nuevo Laura sonrió, -Tal vez lo mejor hubiera sido que hubiese acabado ahí.
-¿Por qué?
-Porque no sé si lo que vino luego acaso mereció la pena. Siempre me trajo más mal que bien.
-Pero por lo menos tuviste la oportunidad de disfrutar del amor. Muchas personas pasan una vida entera buscando ese sentimiento y nunca lo encuentran.
-A veces no todo es tan hermoso como lo pintan. –De nuevo ella calló durante un breve instante y luego prosiguió, -Una vez mantuve una conversación con una amiga sobre el amor. Mi amiga defendía el hecho de que era patético el basar la felicidad propia en una persona pero a mi parecer eso es el verdadero amor, un sentimiento tan fuerte que hace que sientas… creo que es casi imposible el describir esa sensación, aún más indescriptible es la sensación que se siente al simplemente tocar al ser amado. Pero también esta aquella parte en la que, tal y como decía mi amiga, era algo triste el basar la felicidad en una persona porque cuando esta persona desaparece ¿Qué te queda?
A lo que él respondió rápidamente –Siempre te quedará el recuerdo de aquellos días en los que fuiste feliz, aunque fueran pocos.
Ella hizo oídos sordos y continuó contando su historia.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Una historia de amor más (Parte IV)



Unos golpes en la puerta de la casa despertaron a Laura de su plácido sueño a la mañana siguiente. Cuando abrió la puerta se encontró a un repartidor con un enorme ramo de violetas. Lo cogió, le dio una pequeña propina al repartidor y leyó la tarjeta que había escrita:

Déjame hacerte creer de nuevo.

Laura sonrió de nuevo para sí. Ahora todo su negativismo la abandonó dejando paso a una oleada de esperanza. ¿Existían aún los príncipes azules? ¿Sería el suyo Álvaro?
A las once de la mañana la intermitente señal del teléfono sonaba en la casa de Álvaro.
-¿Si, dígame?
-¿Qué te parece vernos el viernes por la noche?
Álvaro sonrió mientras escuchaba aquellas palabras.
-No sé si podré esperar tanto para verte, pero lo intentaré.
Por fin llegó el viernes y pudieron verse. A diferencia de toda la semana aquella noche la luna lo iluminaba todo. No se vislumbraba una sola nube en el horizonte y la noche era suya, suya para iluminarla con su blanco esplendor.
Se vieron en un restaurante que se encontraba en lo alto de una colina y algo alejado de la ciudad pero la verdad es que merecía la pena ya que sin tanta luz como producía la ciudad podían verse las estrellas perfectamente.
Aquella noche se había rizado sus pelos, haciendo que pequeños bucles de pelo cayesen por su cuello y su espalda, y se había puesto aquel vestido blanco abierto por la espalda y que le llegaba por los tobillos y que todo el mundo le decía que le quedaba muy bien. Se había puesto unos pendientes no muy largos de plata y se había pintado con colores no muy fuertes, no le gustaba destacar por ellos, más bien le gustaba destacar por su propia belleza.
Entró en el restaurante y preguntó por su mesa, se dirigió hacía la terraza y allí estaba esperándole él, tan arreglado, con sus perfectas facciones, su perfecto pelo y aquellos ojos que la observaban de arriba abajo mostrando una gran sorpresa que se tradujo en su boca por una grata sonrisa.
-Vaya, nunca pensé que pudieras estar aún más hermosa –dijo él mientras se levantaba para darle un par de besos aunque tuvo que aguantar el impulso de besarla apasionadamente en la boca cuando sus labios rozaron la mejilla de Laura.
Los primeros minutos pasaron rápidamente a pesar de que ambos estuvieron callados, sonriendo, y mirándose fijamente mientras no podían eliminar aquella sonrisa de sus respectivas caras.
-Veo que al final conseguí hacerte cambiar de opinión –dijo él mientras se regocijaba para sus adentros.
Ella simplemente sonrió como respuesta.
El tiempo ahora, por el contrario, pasó lentamente. No hablaban porque realmente no sabían de que hablar.
-¿Te puedo hacer una pregunta personal? –dijo finalmente Álvaro.
Ella asintió.
-¿Por qué me dijiste que tenías una falta de fe? ¿Qué es lo que te pasó para que digas eso?
Esta vez ella sólo sonrió levemente, con ironía. ¿Cuantas veces debería contar aquella historia?, Tal vez esta fuera la última vez que debía de hacerlo.
-¿Por qué te interesa?
-Porque siempre me interesa conocer la historia de las personas con las que estoy –le cogió la mano y la miró con ojos suplicantes.
-Esta bien….

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Bueno, esta historia comienza un trece de Agosto, tres días antes de mi cumpleaños. Ya fuera por suerte o por desgracia del destino acabé conociendo a alguien por parte de una amiga. Esta persona parecía hecha para mí, mis mismos gustos, un tipo de personalidad que adoraba y un físico igualmente espectacular, creo que aún me cuesta creer que llegara a conocer a una persona que, aunque solo fuera aparentemente, tuviera todas las cualidades de la persona que siempre he buscado.
En simplemente tres días esa relación amistosa torno en amorosa aunque realmente creo que nunca fue amistosa.
Cuando hablábamos nos mostrábamos como personas tímidas pero que cuando llevábamos un cierto tiempo hablando comenzábamos a soltarnos. Se mostraba como una persona gentil, sincera y honesta.
El día de mi cumpleaños pasó rápidamente acompañado de una cena con los amigos en la que eche en falta a alguien aún más especial que ellos.
Para desgracia mía tuve que irme de viaje durante diez días en los que pensé continuamente si él habría conocido a alguien nuevo. ¿Pero verdaderamente cómo podía sentir algo por una persona a la que realmente no sabía si conocía? No sabía si verdaderamente me había enamorado de una persona fingida o de una persona real.
Cuando volví de mi viaje continuamos viéndonos y quedando, aún “como amigos”, aunque estaba bien claro lo que ambos sentíamos el uno por el otro.
Un día mientras caminaba por la calle le ví tonteando con otra chica y te juró que en ese momento me entró… no sé ni como explicarlo pero te diré simplemente que me sentí como si me hubiera tragado una copa de cristal que rasgara mis entrañas. Cuando un par de días más tarde hablamos le reproché que estuviera tonteando con esa chica. Él me dijo que yo no tenía ningún derecho a decirle aquello, que no éramos novios ni nada parecido, que me mantuviera al margen porque yo no tenía ningún lazo especial con él. En ese momento no recuerdo muy bien que fue lo que se me pasó por la cabeza solo sé que en ese momento sentí un profundo dolor en el pecho y supe que por fin entendí el significado de la expresión Que te rompan el corazón. Siempre lo había tomado como una manera demasiado exagerada de describir el amor sin embargo en aquel momento no me pareció así. Me di la vuelta y me marché con el corazón encogido en un puño.
Aquella noche lloré y lloré pero no conseguía eliminar aquel sentimiento de dolor que me carcomía en mi interior haciendo que me retorciese y pidiera que aquello terminara. Me sentía como si me hubieran seccionado parte del corazón y lo hubieran dejado abierto, sangrando, muriéndose. Finalmente conseguí dormir aún con las pestañas mojadas por las últimas lágrimas vertidas.
A la mañana siguiente me sentí mucho mejor aunque eso no eliminaba el sentimiento de vacío que había en mi interior, creciendo cada vez más.
Los días pasaron y pasaron y yo me sentía cada vez más carente de vida, manejada como una marioneta

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martes, 24 de febrero de 2009

Una historia de amor más (Parte III)



Se quedaron de nuevo en silencio un breve momento hasta que Laura rompió el silencio.
–Tienes una casa muy bonita. ¿La has decorado tú?, ¿O… tal vez tú novia? -dijo ella muy perspicazmente.
-No, soy soltero, la casa la decoré yo solo, y gracias, es un halago que una chica tan guapa como tú me diga eso –de nuevo sonrió y las defensas de Laura volvieron a caer. Se mantuvieron así, entre silencios incómodos y conversaciones estúpidas hasta que por fin llegó la hora de comenzar la clase, la cual fue mucho más interesante de lo que ella se esperaba.
-… los personajes no deben ser personajes carentes de vosotros, tienen que ser una extensión de vuestro propio ser, tienen que tener un toque personal que los diferencia a la hora de actuar de lo que otros harían ya que sino todos los personajes serían iguales y la literatura carecería de interés personal –aquella fue la frase con la que acabó la clase.
Laura no pudo apartar su mirada de la de Álvaro durante toda la clase, al igual que a intervalos Álvaro la miraba fijamente y sonreía. Se levantó y se acercó para despedirse –Ha sido una clase muy interesante y… -no supo como continuar la frase –bueno, pues… entonces ya nos veremos el miércoles a última hora. Hasta luego.
-Hasta luego y… gracias –dijo él a su vez mientras le sonreía de nuevo.
Cuando Laura fue a salir a la calle se dio cuenta de que estaba lloviendo y de que no tenía paraguas, generalmente eso no le abría importando pero la manera en que llovía, tal que ni siquiera podía siquiera ver el edificio de enfrente, hizo que prefiriese quedarse esperando dentro del portal. Paso el tiempo y no paraba de cesar la lluvia, por fin se decidió a salir pero entonces una voz la llamó.
-¿Todavía estás ahí? –Álvaro bajaba por las escaleras con una bolsa de basura.
-Si, es que… no he traído paraguas y estoy esperando a ver si para un poco de llover.
Él asintió y a continuación se acercó a ella y le preguntó -¿Hacía donde vas?
-Pues… -se había quedado en blanco –a por mi coche, que está a unas dos calles de aquí.
-Bueno… espera un momento –soltó la bolsa de basura en el contenedor del portal y subió escaleras arriba a toda prisa. Unos segundos más tarde se encontraba de nuevo en el portal.
–Aquí tienes, –dijo mientras le tendía un paraguas, –pero devuélvemelo la próxima vez eh?
-No, gracias pero… no quiero molestarte ni nada, esperare, además seguro que luego te hará falta y no lo tendrás-.
-Esta bien, entonces te acompañare.
Abrió su paraguas, la atrajo hacía si y ambos salieron hacia la lluvia, que golpeaba el paraguas fuertemente.
-¿Dónde está? –le preguntó él, siempre risueño.
-Pues… -Laura le fue indicando el camino bajo aquella tormenta, -¿Pero tú no tienes clase ahora?
-No, doy una hora si y otra no, para prepararme la siguiente clase.
Ambos sonrieron y continuaron andando bajo la lluvia hasta llegar al coche.
-Bueno, gracias y, perdona por haberte molestado –dijo Laura de nuevo ruborizada.
-No me has molestado en absoluto. Además… esto no lo hago por cualquiera –sus ojos adquirieron un brillo especial que hizo que Laura no pudiera decir ninguna palabra.
-De nuevo gracias y… perdona, aunque no te haya molestado –dijo ella cuando se encontró de nuevo en su cuerpo. Metió la mano en su bolso y sacó las llaves, con las que abrió la puerta. Cuando se montó en el coche le echo una última mirada y le dedicó una sonrisa que él correspondió con otra suya.
Cuando llegó a su casa no pudo sino saltar de alegría y sonreír, sonreír todo lo que pudiese. Sin embargo se detuvo durante un instante y se puso a pensar, no podía volver a caer en lo mismo, no podía volver a caer en las redes de otro hombre que la engañase de nuevo pero… es que parecía tan perfecto…
A pesar de esos pensamientos lo único en lo que pensó fue en su cara, tan perfectamente definida y con esos rizos…
Cuando llegó el miércoles de nuevo estaba lloviendo. Ella sonrió acordándose de lo ocurrido dos días antes. Subió al piso y tocó la puerta. Él la abrió y al verla de nuevo le mostró aquella hermosa sonrisa.
–Vaya, has llegado cinco minutos antes.
-Oh bueno –ella sonrió estúpidamente –esperaré abajo a que sea la hora.
-No, no. Pasa por favor –le dijo él.
-Esta bien. Por cierto, gracias por lo del otro día, si no hubiera sido por ti tal vez habría estado esperando un par de horas ahí abajo.
-No hay de que.
A pesar de que ella llegó cinco minutos antes no pudieron estar mucho tiempo solos ya que el segundo alumno llegó también un poco antes de la hora, lo cual Laura maldijo.
Cuando estuvieron todos comenzó la clase.
-Bueno, bienvenidos a todos. Hoy comenzaremos hablando de lo que es el amor. Comenzaremos describiéndolo. Amar es necesitar estar con otra persona. Pero claro, hay muchos tipos de amor, el fraternal, el maternal pero el que a nosotros nos interesa es el amor sensual, aquel que estimula los sentidos hasta llegar a tal punto que hace que necesites poseer a otra persona, en cierto sentido, hace que sientas la necesidad de que esa persona te pertenezca. Bueno, esa es mi definición del amor, cada uno puede tener una y por eso, quiero que me deis vuestras definiciones –y justamente en ese momento miró a Laura, quién rezó a todas las vírgenes para que no le preguntase a ella, –Laura, ¿Quieres empezar tú?
-Bueno… pues yo… la verdad es que… no tengo una definición muy distinta de la que tienes tú la verdad.
-Vaya, muy breve ¿no? –dijo él –Pero bueno….
La clase continuó y Laura se sintió como una estúpida por haber dicho eso.
Cuando se terminó y todos se hubieron marchado esta vez fue Álvaro quién se acercó a ella y la miró a los ojos delatando de nuevo aquel brillo, -¿De verdad tienes mi misma definición o solo fue una manera rápida de eludir mi pregunta?
-No, en serio, es que pienso igual que tú con respecto a eso-.
Él la miró de nuevo con sus penetrantes ojos, que por primera vez se volvieron inquisidores –Esta bien, solo quería saberlo-.
Se despidieron y ella se marchó. Una vez en el portal abrió su paraguas y salió pero cuando se disponía a irse Álvaro la llamó.
-¡Espera! –la cogió por el brazo y la atrajo hacia si. –Verás… no me gustaría tener que pasar media semana entera sin verte.
Sus ojos delataron su inseguridad. –O sea que… ¿Te gustaría que fuéramos alguno de estos días a cenar?
Ella sonrió en un principio, pero sus labios se pusieron tensos. No podía volver a caer de nuevo en eso, para que la engañaran, para que ella volviera a ser la estúpida que caía en las redes de un hombre que la engañaría de nuevo.
Antes de que pudiera decirle que sentía no poder quedar con él, elevó su mentón con uno de sus dedos y acarició suavemente sus labios con los suyos provocando un efecto electrizante en su cuerpo. Volvió a acariciarlos de nuevo pero esta vez la besó de verdad. Bajo la lluvia. Reflejando su beso en millones de cristales que componían aquella lluvia que caía a su alrededor y le daba un efecto más romántico a todo aquello. Finalmente Laura soltó el paraguas, el cual cayó al suelo haciendo que ambos se empapasen de agua, y acarició los húmedos rizos de él con sus manos mientras él tocaba sus caderas como antes había dicho en su clase, con deseo. Con el deseo de hacerla suya, sola y plenamente suya.
Cuando se separaron estaban completamente mojados, se miraron fijamente y luego ella lo miró de nuevo y le dijo –Yo… lo siento pero es que… no puede ser. No es que no me gustes, ni que no seas guapo o… pero es que… no puede ser lo siento.
Los ojos de Álvaro reflejaron la decepción que sintió en su interior con esa respuesta pero en su cara no se mostró nada, –Esta bien, no pasa nada. Perdona por abordarte así.
-No pasa nada, en serio –dijo ella separándose de él.
Su pelo estaba empapado y las gotas chorreaban por su cara formando un número ilimitado de ríos. Antes de marcharse dijo una última cosa, y esta vez la mirada de Álvaro no pudo derrumbarla.
–Por cierto, es verdad que estoy de acuerdo contigo en eso del amor. Creo que siempre hay que tener fe en el amor pero… yo ahora mismo atravieso una etapa en la que no puedo creer en nada de eso. Compadezco a aquellos que no ven las cosas tan claras como yo pero a la vez me compadezco de mi misma al saber que no puedo ver ahora mismo las cosas como las ven ellos porque no tengo fe en el amor.
Dio media vuelta y se marchó, acompañada por la lluvia y la oscuridad, crueles testigos del desamparo de los enamorados. Aquella noche no todas las gotas que cayeron fueron de la lluvia, algunas fueron tristes lágrimas de plata vertidas por la luna, espectadora del teatro de los amantes.
Cuando llegó a su casa Laura se desnudó y se dio un baño de agua caliente. Allí estaba ella, sola, desnuda, metida en una bañera de agua caliente mientras escuchaba el repiquetear de la lluvia contra los cristales, sola, sola, sola… aquella era la palabra clave. Estaba sola, realmente quería a Álvaro, ¿o no?, ya no podía fiarse de sus sentimientos pero él parecía tan galante y tan buena persona…. De repente una luz cegadora seguida de un trueno hizo que la luz en la casa desapareciese. Ahora además, estaba sumida en la oscuridad. Sumida en la oscuridad de la ignorancia y de la falta de fe.

viernes, 20 de febrero de 2009

Una historia de amor más (Parte II)


Aquella noche fue una de las más extrañas de Laura, dio vueltas continuamente en la cama, acariciando a la persona invisible que se encontraba junto a ella, derramando unas pequeñas lágrimas debido a que él no estuviera allí esa noche, y porque no lo estaría nunca más.
Pasaron los meses y ella continuó sin encontrar a nadie y sin querer hacerlo. Si una persona con la que se suponía que debía de tener una confianza total y recíproca la engañaba, ¿En quién podría confiar de esa manera?
Una mañana de Septiembre, Laura se despertó con un extraño presentimiento que ni siquiera ella sabía que significaba. Se levantó y cogió el periódico del día anterior, el cual no había leído, mientras tomaba su té. Le gustaba mucho leer las columnas de opinión, era su parte favorita del periódico. Mientras pasaba las páginas se fijó en un pequeño anunció que se encontraba en la parte baja de los Clasificados. Era un anuncio sobre un curso para mejorar el talento creativo en cuanto a la literatura.
Ella era gran aficionada a la literatura, tanto si leía como si era ella misma quién escribía sus propias historias. Sin embargo nunca se había considerado lo bastante buena como para escribir algo que fuera lo suficientemente bueno como para ser publicado.
Aquel taller se hacía en un piso del centro de la ciudad, no era demasiado caro y no le ocuparía demasiado tiempo. Sería una buena idea mantenerse ocupada con eso. Aparte de que le impediría pensar demasiado en Julio le serviría para mejorar como escritora.
A la mañana siguiente llamó al número de teléfono que aparecía en el anuncio y le respondió una voz suave pero masculina.
-¿Si?
-Hola, verá, me gustaría apuntarme al taller sobre literatura y me gustaría informarme sobre las horas, el horario….
-Esta bien, si quiere puede pasarse por aquí esta misma tarde sobre las cinco y media y, si le convence, podrá entrar a su primera clase una hora más tarde.
-Muy bien allí estaré, gracias.
-A usted.
Aquella tarde el sol se vio invadido por una espesa capa de nubes que encharcaron con sus aguas la ciudad completamente.
Cuando Laura llegó al piso tocó a la puerta y esperó a que le abrieran. Cuando abrieron fue como si el tiempo se detuviera un microsegundo. Un hombre de unos veinticinco años había abierto la puerta. Los cortos rizos de color castaño coronaban aquella cabeza, en la cual lo primero en que se fijó Laura fueron sus penetrantes ojos verdes y luego en su pelo, del resto de la cara ni se dio cuenta.
-Pasa –dijo él echándose a un lado y dejándole espacio.
Laura por fin volvió en si y pasó al interior –Gracias.
El hombre la condujo a lo que debía ser su estudio, ya que aquello era una casa no un piso exclusivamente para dar clases.
Cuando se sentó, Laura no podía evitar mirarle a los ojos pero cuando él empezó a hablar se dio cuenta de los rasgos perfectamente definidos que tenía y de esa barba de dos días que la volvía loca.
-Bueno, entonces tú querías que hablásemos sobre horarios, precios y demás ¿no?
-Si, -Respondió ella tímidamente, –me… interesaría sobre todo un horario lo más tarde posible.
-De acuerdo, en ese caso sería de… nueve a diez. ¿Te parece bien?. En cuanto al precio, es el que venía en el anunció no tiene variantes de ningún tipo –sonrió y se mostró aún más apuesto de lo que ya era.
-Esta bien –dijo Laura sonriendo también. Aquel tipo, aunque no le conociera de nada, parecía sacar la cara más alegre de ella.
-Pues bien, si quieres puedes quedarte para la clase que hay ahora o venir ya a la última, yo te lo digo para que no pierdas más tiempo hoy entre que te vas y luego vuelves de nuevo.
-Vale, vale, me quedare a la de ahora –sus mejillas se encendieron. Se sentía como una colegiala al sentir la presión del primer amor en sus mejillas.
-Bueno, pues puedes acomodarte en el salón, allí se darán las clases –dijo él mientras la invitaba a levantarse y a seguirle.
La casa esta decorada con suma exquisitez. Cuadro modernos pero bellos, no una de esas muestras de arte moderno en la que se malgasta un lienzo en blanco para poner un punto negro en el medio. Los colores que decoraban las paredes eran un verde lima y una categoría de naranja que se enlazaba perfectamente con el verde intercambiándose con él en algunos lugares. Los muebles del salón eran muy modernos, pero al igual que los cuadros, muy hermosos. En una de las paredes laterales de la habitación había una gran y hermosa chimenea que daba luz y calor a toda la estancia.
Se sentaron en un sofá pegado a un pequeño balcón cerrado y se quedaron allí, solos, en aquella hermosa habitación, sin saber que decir.
-Perdona por no presentarme, soy Álvaro –se acercó y le dio dos besos y justamente en el momento en que su cara rozó la de Laura su cara también se encendió, al igual que la de ella.

martes, 17 de febrero de 2009

Una historia de amor más (Parte I)



El invierno del 96 fue uno de los inviernos más fríos que se puedan llegar a recordar. En el mes de Diciembre toda la ciudad se preparaba ya para la navidad. Los árboles vestían sus atuendos de brillantes luces y en las calles sonaban ya los ecos de los villancicos del año anterior atraídos por la proximidad de la navidad.
Una chica pelirroja observaba caros anillos en un escaparate cuando una voz la sobresaltó.
–Laura, ¿Qué haces ahí?
La llama pasional que afloraba en los ojos del muchacho cada vez que le dirigía una mínima palabra dejaba bien claro el amor que sentía por ella. Ella se apartó del escaparate y se dirigió su mirada rápidamente hacia un árbol que se encontraba ya emblanquecido por los copos de nieve que caían continuamente sobre él. Rodeó su cintura con sus brazos y la atrajo hacía si.
-¿Qué hacías aquí?, Saludo a unos amigos, me despisto un momento y ya no estás.
-Nada es que había visto este árbol y no sé… me gustó.
Se puso colorada por la tontería que acababa de decir, fue lo primero que le vino a la cabeza.
-Ya… claro –él apretó su mejilla contra su suave pelo y le inundó el olor a fresas de su champú, –Vamos, ya casi es la hora.
Ambos se dieron la vuelta y comenzaron a andar de nuevo.
Cuando llegaron al restaurante les sentaron en una mesa al lado de la ventana desde la cual podían observar como la nieve iba cubriendo muy lentamente la calzada y le daba un toque romántico a la ciudad.
-Bueno… ¿Cuál es la gran noticia que tenías que darme? –dijo ella.
-Cenemos primero y… luego ya te lo contaré –dijo él mientras sonreía.
-Vamos Julio, dímelo, sabes que odio que me dejes con la miel en los labios –le cogió de la mano y se acercó un poco más a él besándole en la mejilla.
-No –dijo él sonriendo –Después de la cena.
Transcurrió la noche lentamente mientras cenaban hasta que por fin llegó el momento en que Julio tuvo que contarle su pequeño secreto.
-Veras… ¿Te acuerdas de aquel trabajo que hace un par de meses pedí en el extranjero? -su sonrisa no menguaba un ápice mientras hablaba, –Pues bueno, me lo han dado, me voy a Cardiff en Enero, nada más acabe la navidad-.
-¿Si? –Laura se acercó de nuevo a él y le besó mientras él no podía quitar la sonrisa de su cara.
Pagaron y se fueron a dar un paseo por las frías calles mientras aún quedaba algo de gente por la ciudad. Se mantuvieron en silencio un rato hasta que Julio lo rompió.
-¿Sabes que te visitaré por lo menos un par de veces al mes verdad?
La atrajo un poco más hacía si al notar que ella temblaba un poco. La temperatura no paraba de descender.
-Si, aunque yo también te visitaré cuando pueda. No sólo debes ser tú quién viaje para verme-.
Él sonrió y elevó su mentón para mirarle directamente a los ojos, en los que distinguió de nuevo aquel brillo que siempre le indicaba el amor que se profesaban, y la besó lenta y dulcemente.
La noche pasó lenta y sin prisa. La luna, observadora del vals de los amantes durante el anochecer, no se encontraba sola en el cosmos, sino acompañada al abrigo de las estrellas, curiosas aprendices de los amantes y la luna.
Los días, al contrario, pasaron rápidamente, sin dudar un instante, restándoles horas de amor a los amantes, crueles sufridores del tiempo y de su suerte.
Llegó el día de fin de año. Aquella noche, Laura, Julio y sus amigos habían montado una gran fiesta para despedir aquel año que se llevaría consigo recuerdos buenos y malos, momentos inolvidables y otros que, aunque se pidiera su olvido, quedarían grabados en su mente. La fiesta se había organizado en una pequeña casa rural a las afueras de la ciudad.
Mientras todos bebían, reían y disfrutaban Laura salió al porche a observar la noche, el blanco fulgor de la luna iluminándolo todo.
-¿Qué haces aquí sola? Lo que yo diga, siempre que me despisto acabas desapareciendo –dijo Julio mientras reía y acariciaba su cuello.
-No es nada, simplemente es que me gusta ver la noche, es muy… misteriosa y… romántica ¿no? –dijo ella mientras se volvía hacia él.
-No lo sé, ahora mismo únicamente puedo mirarte a ti, no a lo demás –la besó de nuevo pero esta vez pasionalmente, una manera más personal de dejar su marca en ella antes de marcharse.
Tras aquel día el resto pasó aún más rápido que los anteriores hasta que llegó el día en que debería irse.
Llegaron al aeropuerto a las diez de la mañana, todos se despidieron dejando un breve entresijo entre sus recuerdos para aquel momento en especial.
Unos besos vacíos fueron el último recuerdo de despedida que tuvo Laura de Julio. Para Julio, al contrario que para Laura, el tiempo había hecho mella en ellos dejando entrever sus defectos, por lo que “necesitó” de la compañía de otra chica para poder soportar su relación con Laura. Ella ya se había dado cuenta de lo que sucedió poco después de la noche de fin de año cuando encontró un colgante con el nombre de otra mujer en una caja escondida en uno de los cajones de la casa de Julio. Desconocía su nombre y su cara pero, ¿acaso importaba?, el hecho estaba ahí, y eso no podía cambiar.
Después de todo aquel tiempo había llegado el momento de decirle adiós para siempre muy a su pesar.
Cuando intentó volver a besarla ella le detuvo.
–No lo hagas por favor.
-¿Qué? –contestó él extrañado por sus palabras.
-Ya sé que te estas viendo con otra así que… déjate de explicaciones estúpidas y excusas. Yo… pensé que tú nunca serías capaz de eso, pero poco a poco he podido ver de lo que eres capaz –No le dejó decir ni una sola palabra porque sabía que si él hablaba al final acabaría convenciéndola de alguna manera y ella no pensaba ser como una de esas estúpidas mujeres que dan otra oportunidad a un hombre que las ha engañado, bastante había tenido ya con sus anteriores experiencias.
Cuando Julio se marchó dejó atrás a Laura y todos sus amigos. Dejó atrás un pasado y se encaminó hacía un futuro incierto.

sábado, 24 de enero de 2009

La época de los principes azules



¿Cuándo comienza y cuando termina esta época? Esta época en la que esperas que venga alguien que te haga sentir seguro, que llene todas y cada una de nuestras espectativas. Algunos dicen que comienza con al niñez y que acaba con la adolescencia, otros dicen que acaba cuando uno se hace adulto pero yo digo que termina con un golpe duro de la realidad que hace que todas aquellas cosas que dabas por sentadas estallen en mil pedazos haciendote estar desolado, solo y preguntándote como has podido creer en todas esas tonterías tanto tiempo, sin embargo, siempre queda un último resquicio para esperar que venga ese principe montado en su blanco corcel y te lleve a otros parajes donde tus dudas y tu tristeza se disipe durante mucho tiempo...

La realidad, el mundo, las personas, todo cambia, ¿Por qué no hacerlo yo también?

jueves, 15 de enero de 2009

Te odio



Una poesía con la que creo que todos nos sentimos identificados en algún momento.


Te odio ¿Sabes?,
porque me dominas,
porque me haces sentir,
me haces sentir,
como nadie lo hizo,
me haces llorar,
me haces reír,
me haces sufrir,
me haces sentir bien.


Te odio
porque me sometes
me controlas con tu mirada
con tu sonrisa,
con cada parte de tu cuerpo,
y sobre todo, te odio
por hacerme llorar,
por hacerme saber que te vas
que no volveré a verte,
que no sentiré lo que siento,
que no recordare tu cara,
que serás como un sueño olvidado
en el torrente de mi mente.


Mi mayor deseo sería
escuchar como jadeas,
susurras mi nombre,
como agarras mis cabellos,
intentando desfogar la pasión,
notar como se crea un vínculo irrompible,
un vínculo entre nuestros labios,
entre nosotros,
para siempre,
para no ser olvidado,
para quererte por siempre.

viernes, 9 de enero de 2009

Soy optimista

-¿Has visto las estrellas?
-No, mañana las veré.
-¿Y si no hay un mañana?
-¿Cómo?
-¿Y si no hay un mañana para ti o para las estrellas?
Me miró y sonrió. –Deberías ser más optimista ¿no?
Yo miré de nuevo hacía el cosmos y sonreí. –Soy optimista. Pienso en el mañana y no en el hoy. Pienso que todo puede acabar mañana y no hoy.

sábado, 3 de enero de 2009

La sorpresa

Podeis saltaros hasta el segundo 43, que es cuando empieza la canción.


A veces una pequeña sorpresa proveniente de la persona adecuada puede ser mucho más grande que cualquier regalo que puedan darnos. Sin embargo... ¿Y si esa sorpresa no fuera buena? ¿Y si esa sorpresa nos doliera tanto que ya, simplemente, durante un momento nos sintieramos incapaces de sentir? ¿Y si esa sorpresa nos hiciera aún más dificultosa la tarea de encontrar a alguien?
Podriamos sentirnos invadidos por el miedo, el miedo a saber en quién podemos confiar y en quien no, podríamos sentirnos aparte del resto de la gente, buscando algo que creímos haber encontrado pero que no fue más que una sucia mentira que ya nunca podremos olvidar hasta que llegue la persona adecuada, la persona que nos cure y nos haga confiar de nuevo y desear que nos sorprendan.