miércoles, 4 de marzo de 2009

Una historia de amor más (Parte VII)





***

Él se iba a ir y aún no le había dicho lo que sentía. Sabía que si no se lo decía me arrepentiría durante muchísimo tiempo así que un día reuní el valor suficiente para decírselo.
Fue en la playa. El rumor del oleaje me obligaba a decírselo, me invitaba a hacerlo ya que creaba una atmósfera perfecta para ello. Las gaviotas cazaban a los incautos peces de la costa y el sol se escondía tras los edificios dejando un leve resplandor rosáceo y dando paso a la luna.
Cuando él llegó no pude reprimirme más y tuve que decírselo.

-Te quiero. A pesar de todos los malos momentos que me has hecho pasar te quiero, y mucho. Me hubiera gustado que las circunstancias no hubieran sido diferentes. En esos momentos en los que parecía que todo se había acabado sentía que me faltaba una parte de mí, y cuando pienso que vas a estar con otra se me acelera el pulso y parece que la sangre me vaya a salir por la piel. Todo esto te lo digo porque a pesar de eso, yo quiero que seas feliz, y por eso si puedes encontrar la felicidad con otra persona pues... yo lo aceptare. No diré que me gusta la idea pero lo aceptare porque es lo que quieres, te lo digo para que no pienses que me sentaría mal o algo así. Sé que suena un poco cabrón decirlo pero es que tenia que decirlo antes de que te marcharas.

En los momentos posteriores a esta declaración sentí como el corazón me bombeaba con violencia pero aún no sé si de alegría, de emoción, de nerviosismo o de qué.
El suave romper de las olas contra la playa era lo único que se escuchaba.
Por fin, tras unos instantes, me respondió.

-Yo siempre he sido enamoradizo, pero esto es diferente. Quiero decir que no es que me gustes, si no que yo también te quiero, tienes todo lo que me gusta de una chica. Y también me herviría la sangre pensar que estas con otro, pero sé que eso va a ser inevitable ya que yo me iré y es probable que conozcas a otros hombres y tal vez te enamores de alguno de ellos pero como te quiero tanto, por lo menos quiero ser tu amigo, aunque cueste porque sé que no es fácil. Pero es lo que hay, por ahora por lo menos, y si te gustara alguno o te enamoraras, no me importa que me lo cuentes, quiero que haya confianza entre nosotros, no la misma que hubiera querido si no me tuviera que ir y me pudiera quedar aquí, pero... algo es algo.
-¿Acaso no entiendes que a la única persona a la que quiero es a ti? Es verdad, conoceré a otros hombres pero nunca podrán sustituirte porque tú significas algo muy importante para mí.

Él me miró y sonrió. Elevó mi mentón y acercó su cara a la mía. Me observó durante unos instantes y luego presionó sus labios con los míos e instantáneamente mi lengua acarició la suya. Sus manos me acercaban más a él, haciéndome sentir como si estuviera prisionera, como si no pudiera escapar de sus labios, una sensación que me gustó, para que voy a mentir. Mientras sus manos me tocaban, las mías también lo hicieron. Acarició mi cuello haciéndome cosquillas y yo sonreí mientras le besaba. Cuantas veces había soñado con aquel momento. Aquel momento en el que yo estaría besando a alguien y ese alguien me acariciaría el cuello. Luego mis manos se encontraron con las suyas y se abrazaron lentamente.
Aquél fue mi primer beso, uno de los momentos más especiales de mi vida. Tanto que, como ves, lo recuerdo con toda nitidez.

***

Aquella mañana hicieron de nuevo el amor. Laura no podía evitar poder volver a ilusionarse y ella sabía que eso no era bueno.
-Dentro de dos semanas me iré a Estados Unidos –dijo él de repente.
Laura realmente no supo como reaccionar en aquel momento –¿Cómo?
-Me voy a Estados Unidos dentro de dos semanas. –repitió de nuevo él. –Estaré allí durante un año.
Laura se sintió de nuevo traicionada. -¿Tú también?, ¿Tú también eres igual?, Que estúpida fui al pensar que por una vez podría no equivocarme al elegir a un hombre pero ya veo que es mi sino. -Se sentía indignada y estúpida. ¿Por qué siempre tenía que sentirse como una estúpida? –Vete.
Él la miró sorprendido. -¿Por qué me echas?-.
-¿Encima lo preguntas?-. Entre empujones Laura echó a Álvaro de su casa y luego le echó su ropa al pasillo para que pudiera vestirse.
Cuando cerró la puerta se apoyó en ella y poco a poco fue dejándose caer hasta quedar sentada, hundida.
Llovió. Ya fuera por una broma cruel del destino llovió. Las nubes habían acudido a la tristeza de Laura.
Primero fue aquel chico, luego Julio y ahora Álvaro. ¿Acaso es que todos los hombres la tratarían igual? Sabía que existían hombres buenos ya que algunas de sus amigas tenían unos novios que demostraban ser unas grandes excepciones a la regla general del comportamiento masculino mientras que todo lo que ha ella había llegado habían sido tres hombres que habían llegado con muchas hermosas palabras pero que al fin y al cabo no eran más que eso, palabras.
Los días pasaron rápidamente bajo aquella tormenta que parecía no parar, que parecía acompañar al ánimo de Laura.
Cuando pasó una semana decidió que lo mejor sería pagar aquellas clases que había dado y olvidarse de Álvaro.
Cuando estuvo ante aquella puerta al principio se impuso en ella una gran fuerza que no retrocedería ante nada pero poco a poco y con cada golpe con el que llamaba a aquella puerta su valentía y fuerza se fue agrietando poco a poco. Cuando Álvaro abrió aquella puerta su valentía y fuerza desaparecieron en aquel mismo instante. ¿Cómo podía estar cometiendo los mimos errores que en el pasado?, ¿Acaso no había aprendido?, ¿Acaso no había tenido ya suficientes golpes para aprender a levantarse y continuar como si ya no pasara nada?
Álvaro la miró sin saber que decir, completamente serio. Laura a su vez tampoco sabía que decir pero, a diferencia de él, ella estaba indiferente. Sin saber el porqué recuperó la determinación y la voluntad con la que tocó en aquella puerta.

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