sábado, 21 de marzo de 2009

Una historia de amor más (Parte X)



Espero el momento,
El momento en que hablaré.
Hablaré y no callaré,
Lloraré y no pararé,
No pararé hasta que me envuelvas,
Con tu cuerpo y tu olor,
Con el sentimiento del amor.

Esperar a que llegues a tu destino,
A que me digas que soy, que significo,
Si pertenecemos al mismo lugar
Y si vamos al mismo destino,
Si nos encontraremos,
Si nos abrazaremos,
Si nos besaremos,
Si nos querremos.
Si me abrazaras y me lo dirás,
Me dirás te quiero.

Justo cuando terminó de leer aquello Laura entró en la habitación.
-Ese poema fue el último que escribí. Lo hice hace tres meses. Sé que no es bueno ni mucho menos pero es una de mis mejores composiciones.
-Siendo sincero te diré que no es ninguna maravilla pero que no esta mal. ¿Para quién lo escribiste?
-Para mi último novio, aunque lo dejamos hace ya algunos meses más.
-¿Por qué lo dejasteis?
-Adivina. Me fue infiel. Es la historia de mis relaciones. Todos acaban engañándome con otra –Laura sonrió amargamente. –Aunque ahora eso ya no importa. Ahora nada más debe importamos como pasemos el tiempo nosotros porque dentro de poco te irás y me arrepentiría mucho si no aprovechásemos el tiempo que nos queda.
-¿Qué te parecería una cena romántica a la luz de la velas?
-Pero esta vez sin historias traumáticas por favor.
Ambos rieron.
-Te lo prometo –dijo Álvaro sonriendo.
Aquella noche parecía que todos los astros se habían puesto de acuerdo para facilitarles aquella noche.
La luna brillaba imponente en el cielo acompañada de un manto estrellado que le ayudaba a iluminar la tierra bajo su manto.
Esta vez habían decidido ir a un restaurante a las afueras de la ciudad, muy a las afueras. Encima de una colina desde la que se divisaba un valle que era quebrado por un río que serpenteaba formando un hijo de plata.
Ambos comieron lentamente, degustando la comida, y sin decir nada, disfrutando de la mera compañía del otro. Ya no había nada que decir, todo había quedado dicho.
-Mira –dijo Álvaro señalando el cielo.
Laura miró al manto nocturno y observó que aquella noche el cosmos había decidido obsequiarles con una hermosa lluvia de estrellas fugaces.
Álvaro miró a los ojos de Laura y observo en ellos el reflejo de aquellas estrellas fugaces mientras ella sonreía. Aquellos bucles rojizos caían a lo largo de su cuello, haciéndola aún más hermosa.
Cuando terminaron de cenar se dirigieron a un pueblo cercano.
-¿Qué es lo que quieres hacer allí? -Le preguntó Laura.
-Simplemente enseñarte una cosa.
Cuando llegaron serían cerca de las dos de la madrugada. Se bajaron del coche y Laura fue conducida por Álvaro a través de aquellas calles desérticas.
-¿Dónde…?
-Shh, espera y verás.
Por fin se detuvieron a la entrada de una angosta calle.
-¿Qué hay aquí?
-Shh, espera.
Álvaro cogió una cinta que tenía guardada en uno de sus bolsillos y la colocó sobre los ojos de Laura.
Álvaro cogió su mano y la condujo lentamente a través de aquél callejón.
-Ya llegamos.
Y dicho eso le quitó lentamente la cinta. Los ojos de ella se iluminaron. Nunca había visto una cosa tan simple pero a la vez tan hermosa.
Se encontraba en una plaza en cuyo centro había una fuente de tres plantas en la que el agua salía de la parte más alta e iba descendiendo progresivamente a través de tres conchas hermosamente talladas. Junto a esta fuente se encontraba una higuera que daría sombra a aquella fuente en las tardes de verano.
Las luces de la plaza estaban apagadas y la única luz existente era la que proporcionaba aquella fuente.
-Este lugar era al que acudía cuando necesitaba inspirarme para escribir. –Se acercó al tronco de la higuera y lo acarició –Me he criado junto con este árbol. Poco a poco ambos fuimos madurando. Me sentaba bajo sus ramas y dejaba que su sombra penetrase en mí ya que, no sé realmente por qué, hacía que las musas acudieran a mí y me hacía pasarme toda la tarde y parte de la noche escribiendo sin parar interminables historias de todo tipo, aunque –miró a Laura –mis preferidas siempre han sido las de amor.
Ella simplemente sonrió. Se acercó a él y le besó suavemente, disfrutando de cada momento, de cada instante que pudiera disfrutar de aquella lengua introduciéndose en su boca deteniendo el tiempo para que no pudiera llevarse ese momento.
Los días pasaron rápidamente hasta que por fin llegó el día en Álvaro tendría que irse. Cuando él se encontraba ya ante la puerta de embarque ella le cogió de la mano.
-Por favor, no te vayas, quédate un poco más.
Él sonrió de nuevo con aquella cálida sonrisa que la hacía sentirse como una colegiala enamorada por primera vez.
-Tengo que irme Laura pero tranquila, si nuestro destino es volver a vernos y estar juntos así será.
-Pero…
-¿Recuerdas cuando te dije que eras como una flor?
Ella asintió lentamente.
-Pues ahora es cuando comienzas a expandir tus pétalos y, creo que no sería justo que me llevara una parte de ti conmigo ya que eso te iría matando poco a poco al dejarte ver que quizá haya esperanza para algo que realmente no lo tiene. Sé feliz Laura y recuerda, si nuestro destino es volver a vernos así será.
Acarició su mejilla y la besó. A continuación dio media vuelta y se marchó por la puerta de embarque echando un último vistazo a Laura, viendo como su interior se resquebrajaba lentamente.
Laura vio partir el avión desde el aparcamiento. Aunque Álvaro no lo quisiera, o aparentara no quererlo, se había llevado una pequeña parte de Laura con él.
En el camino de vuelta a casa comenzó a llover. De nuevo llovía. El agua había encharcado las calles y la gente se había refugiado en portales, bares y en sus casas.
Bajo aquella lluvia caminaba Laura. Su ropa estaba tan mojada que se le había pegado al cuerpo pero eso ya no importaba. Se había ido. Daba igual lo mucho que hubiera aprendido ya que a la hora de la verdad se había venido de nuevo abajo.
Mientras caminaba el único sonido que se escuchaba a parte del producido por la lluvia era el que hacían sus zapatos. Durante un momento se detuvo y se quedo mirando fijamente la calle. Estaba vacía. ¿Acaso ahora lo que le esperaba era eso?, ¿Una soledad silenciosa y dañina que la acompañaría durante largo tiempo de nuevo?
Una persona salió de una de las calles laterales y esos pensamientos pesimistas cesaron. Ahora ya no estaba sola. Laura sonrió, ¿Por qué estaba pensando todo aquello?, ¿Acaso no había aprendido nada?
Nunca se esta completamente solo ya que siempre alguien estará a tu lado ya sea de una manera o de otra.
De repente Laura comenzó a reír ante esta revelación. No estaba sola.
Los primeros meses pasaron tan lentamente como el caramelo líquido se expande por un plato sin embargo a medida que transcurría el tiempo este transcurría cada vez más rápido.
Conoció a Darío, hijo del director de un importante periódico en el cual él trabajaba como redactor jefe, con el cual se casó dos años más tarde de conocerlo. A la boda acudieron una gran cantidad de personas, más de lo normal. Se fueron de luna de miel a Italia, donde estuvieron en Venecia, Florencia y Roma.
Hicieron el amor escuchando los cantares de los gondoleros, observaron la maestría con que fue hecho el David de Miguel Ángel y vieron una de las ciudades más impresionantes del planeta, Roma. Con sus monumentales Arcos del Triunfo, su Coliseo, su columna Trajana….
Cuando volvieron de su viaje intentaron multitud de veces tener un hijo pero no pudieron. Finalmente tuvieron que recurrir a la medicina para saber que era lo que ocurría. La respuesta: Darío era estéril.
Tras eso su matrimonio se debilitó. En este momento es en el que nos situamos para contar que es lo que pasó.
Laura estaba entrando en el la redacción del periódico cuando se acordó de que se había olvidado varios artículos en su coche. Cuando volvió al coche y los cogió alguien le tocó el hombro.
Al volverse y ver quien era, todos su papeles se cayeron al suelo y se quedó muda.
-No esperaba que nuestro reencuentro fuera así.
Álvaro sonrió y la abrazó fuertemente. Laura aún estaba muda de la impresión. Habían pasado ya diez años desde la última vez que se vieron y el tiempo parecía que no había pasado para él. La únicas diferencias que había en él es que se había dejado el pelo un poco más largo y que su barba había aumentado también un poco. Ella en cambio había cambiado bastante. Su pelo ahora era corto, en su piel se denotaban las arrugas del matrimonio en crisis en el que se encontraba y había engordado un poco.
Por fin Laura reaccionó y le abrazó también. Ambos se quedaron así durante unos segundos. Agarrados, sin nada que decir ya que realmente ninguno de los dos quería hablar.

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