martes, 17 de febrero de 2009

Una historia de amor más (Parte I)



El invierno del 96 fue uno de los inviernos más fríos que se puedan llegar a recordar. En el mes de Diciembre toda la ciudad se preparaba ya para la navidad. Los árboles vestían sus atuendos de brillantes luces y en las calles sonaban ya los ecos de los villancicos del año anterior atraídos por la proximidad de la navidad.
Una chica pelirroja observaba caros anillos en un escaparate cuando una voz la sobresaltó.
–Laura, ¿Qué haces ahí?
La llama pasional que afloraba en los ojos del muchacho cada vez que le dirigía una mínima palabra dejaba bien claro el amor que sentía por ella. Ella se apartó del escaparate y se dirigió su mirada rápidamente hacia un árbol que se encontraba ya emblanquecido por los copos de nieve que caían continuamente sobre él. Rodeó su cintura con sus brazos y la atrajo hacía si.
-¿Qué hacías aquí?, Saludo a unos amigos, me despisto un momento y ya no estás.
-Nada es que había visto este árbol y no sé… me gustó.
Se puso colorada por la tontería que acababa de decir, fue lo primero que le vino a la cabeza.
-Ya… claro –él apretó su mejilla contra su suave pelo y le inundó el olor a fresas de su champú, –Vamos, ya casi es la hora.
Ambos se dieron la vuelta y comenzaron a andar de nuevo.
Cuando llegaron al restaurante les sentaron en una mesa al lado de la ventana desde la cual podían observar como la nieve iba cubriendo muy lentamente la calzada y le daba un toque romántico a la ciudad.
-Bueno… ¿Cuál es la gran noticia que tenías que darme? –dijo ella.
-Cenemos primero y… luego ya te lo contaré –dijo él mientras sonreía.
-Vamos Julio, dímelo, sabes que odio que me dejes con la miel en los labios –le cogió de la mano y se acercó un poco más a él besándole en la mejilla.
-No –dijo él sonriendo –Después de la cena.
Transcurrió la noche lentamente mientras cenaban hasta que por fin llegó el momento en que Julio tuvo que contarle su pequeño secreto.
-Veras… ¿Te acuerdas de aquel trabajo que hace un par de meses pedí en el extranjero? -su sonrisa no menguaba un ápice mientras hablaba, –Pues bueno, me lo han dado, me voy a Cardiff en Enero, nada más acabe la navidad-.
-¿Si? –Laura se acercó de nuevo a él y le besó mientras él no podía quitar la sonrisa de su cara.
Pagaron y se fueron a dar un paseo por las frías calles mientras aún quedaba algo de gente por la ciudad. Se mantuvieron en silencio un rato hasta que Julio lo rompió.
-¿Sabes que te visitaré por lo menos un par de veces al mes verdad?
La atrajo un poco más hacía si al notar que ella temblaba un poco. La temperatura no paraba de descender.
-Si, aunque yo también te visitaré cuando pueda. No sólo debes ser tú quién viaje para verme-.
Él sonrió y elevó su mentón para mirarle directamente a los ojos, en los que distinguió de nuevo aquel brillo que siempre le indicaba el amor que se profesaban, y la besó lenta y dulcemente.
La noche pasó lenta y sin prisa. La luna, observadora del vals de los amantes durante el anochecer, no se encontraba sola en el cosmos, sino acompañada al abrigo de las estrellas, curiosas aprendices de los amantes y la luna.
Los días, al contrario, pasaron rápidamente, sin dudar un instante, restándoles horas de amor a los amantes, crueles sufridores del tiempo y de su suerte.
Llegó el día de fin de año. Aquella noche, Laura, Julio y sus amigos habían montado una gran fiesta para despedir aquel año que se llevaría consigo recuerdos buenos y malos, momentos inolvidables y otros que, aunque se pidiera su olvido, quedarían grabados en su mente. La fiesta se había organizado en una pequeña casa rural a las afueras de la ciudad.
Mientras todos bebían, reían y disfrutaban Laura salió al porche a observar la noche, el blanco fulgor de la luna iluminándolo todo.
-¿Qué haces aquí sola? Lo que yo diga, siempre que me despisto acabas desapareciendo –dijo Julio mientras reía y acariciaba su cuello.
-No es nada, simplemente es que me gusta ver la noche, es muy… misteriosa y… romántica ¿no? –dijo ella mientras se volvía hacia él.
-No lo sé, ahora mismo únicamente puedo mirarte a ti, no a lo demás –la besó de nuevo pero esta vez pasionalmente, una manera más personal de dejar su marca en ella antes de marcharse.
Tras aquel día el resto pasó aún más rápido que los anteriores hasta que llegó el día en que debería irse.
Llegaron al aeropuerto a las diez de la mañana, todos se despidieron dejando un breve entresijo entre sus recuerdos para aquel momento en especial.
Unos besos vacíos fueron el último recuerdo de despedida que tuvo Laura de Julio. Para Julio, al contrario que para Laura, el tiempo había hecho mella en ellos dejando entrever sus defectos, por lo que “necesitó” de la compañía de otra chica para poder soportar su relación con Laura. Ella ya se había dado cuenta de lo que sucedió poco después de la noche de fin de año cuando encontró un colgante con el nombre de otra mujer en una caja escondida en uno de los cajones de la casa de Julio. Desconocía su nombre y su cara pero, ¿acaso importaba?, el hecho estaba ahí, y eso no podía cambiar.
Después de todo aquel tiempo había llegado el momento de decirle adiós para siempre muy a su pesar.
Cuando intentó volver a besarla ella le detuvo.
–No lo hagas por favor.
-¿Qué? –contestó él extrañado por sus palabras.
-Ya sé que te estas viendo con otra así que… déjate de explicaciones estúpidas y excusas. Yo… pensé que tú nunca serías capaz de eso, pero poco a poco he podido ver de lo que eres capaz –No le dejó decir ni una sola palabra porque sabía que si él hablaba al final acabaría convenciéndola de alguna manera y ella no pensaba ser como una de esas estúpidas mujeres que dan otra oportunidad a un hombre que las ha engañado, bastante había tenido ya con sus anteriores experiencias.
Cuando Julio se marchó dejó atrás a Laura y todos sus amigos. Dejó atrás un pasado y se encaminó hacía un futuro incierto.

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